Evocaciones desde la melancolía
Verónica, la hija de Carlota, no desea en absoluto ser como su madre. Lo que le aterroriza no es “acabar” como ella. Lo que realmente le espanta es “ser” como ella. Y ese desesperado anhelo de no-ser aquella que precisamente es quien le ha dado el ser es lo que le determina a intensificar el lado pragmático heredado de la rama paterna. Carlota ya lo profetizó una vez, hace ya muchos años, cuando paseábamos por los pasillos vaciados de la facultad de Derecho; digo vaciados y no vacíos porque la soledad y tranquilidad que se respiraba no eran debidas a “causas naturales”, por llamarlo de algún modo sino al verano. El verano había vaciado los siempre llenos, casi multitudinarios, los corredores y galerías que daban acceso a las aulas en donde se formaban curso tras curso los juristas sevillanos. No es que Carlota quisiera decir lo que dijo; fue más bien que el pensamiento escapó a la superficie porque ya en aquel entonces el Espíritu, que era la esencia de Carlota, no se conformaba con p...