Elucubración: Olla tapada, olla destapada
Que Google pretenda detener las llamadas „fake news“ no deja de ser
sorprendente. Sorprendente por extravagante. Extravagante por ingenuo. Es una
ingenuidad, en efecto, pretender “cazar” las “fake news” y mucho más todavía
creer que pueden detener su expansión. Verónica y algunos amigos se han
pronunciado radicalmente en contra del asunto. No creo que pronunciarse
radicalmente en contra del asunto sirva de gran cosa. A Google tampoco le va a
servir de gran cosa dedicarse radicalmente a exterminar las “fake news”. No
entiendo, -francamente resulta imposible entender-, cómo a Google se le pueden
ocurrir semejantes ideas que más que ideas parecen resoluciones espontáneas
producto de alguna visita a algún gurú espiritual visionario, o algo por el
estilo. Pero puesto que no van a conseguir hacer lo que dicen que van a hacer y
no sólo no van a conseguirlo sino que encima sabemos que cada “fake new” que “atrapen”
se convertirá en la estrella ideológica de los intramundos porque lejos de ser
considerada como “fake new” será contemplada y presentada como “verdad
censurada”, la pregunta que uno se plantea mientras toma un café que empieza a
enfriarse ante el aluvión de noticias sin sentido que abruman a ese uno que lo
sostiene en una mano al tiempo que con la otra se acaricia la barbilla sin
saber qué pensar ante el aluvión de noticias sin sentido que lo abruman y que
le impiden tomar el café caliente que sostiene con la mano con la que no se
acaricia la barbilla, hasta el punto de que se le está enfriando; el café, se
entiende; no la barbilla, es la de por qué Google ha proclamado –más que
anunciado, porque es verdad que al oirla recuerda a la frase del héroe que
declara a su amada que parte a la guerra para luchar por su honor (el suyo) y
por su amor (el de ella)- su decisión de combatir las “fake news”.
¿Les parece mi discurso un discurso incongruente?
Lo es. Después de escuchar tantas historias incongruentemente congruentes
la energía errante que soy yo empieza a cogerle el gusto a la congruencia
incongruente ¿o habría que decir la incongruencia congruente? En fin, si hemos
de dedicarnos a la congruencia incongruente de lo incongruentemente congruente,
- o al revés- al menos divirtámonos.
Es por este motivo por el que la energía errante revolotea de aquí para
allá, sin saber muy bien dónde posar su atención por la sencilla razón de que
no hay nada, absolutamente nada, que consiga interesarle lo más mínimo.
¿Corrupción en Madrid?
¡Oh! ¡Vamos! No me sean gazmoños a estas alturas. ¿Cuántas veces no se ha
oido aquéllo de “si no lo haces tú otro lo hará? Y ahora, Fuenteovejuna se
disfraza de juez para evitar ser ella misma “imputada”. “¡No se puede!, ¡no se
puede!”, grita Fuenteovejuna burlona. “¡Nadie puede imputar a Fuenteovejuna!” Y
la muy desvergonzada Fuenteovejuna corre a la Plaza del Pueblo a adorar a la
diosa Opinión, a rendirle honores y a pedir protección en contra de aquellos
que pretenden acusarla a ella, a Fuenteovejuna y derribar a su diosa , la diosa
Opinión, de su altar para arrojarla al vacio.
“No te preocupes, Fuenteovejuna”, le tranquiliza la diosa Opinión, “te
salvaré”.
Y así, por un lado son arrestados las víctimas propiciatorias que sirven
para aplacar a la diosa Justicia que desde la más remota antigüedad busca, a
ciegas y con la espada, (no me negarán que no es cosa digna de admirar),
equilibrar la balanza, mientras por otro Google se compromete a detener las “fake
news” a fin de liberar a Fuenteovejuna de su responsabilidad de pensar, de
reflexionar y de conocer por sí misma.
¿No son momentos de gloria para una Fuenteovejuna que lejos de sentirse
culpable, lejos de buscar sus propios fallos, no hablemos ya de enmendarlos, es
protegida por la diosa Opinión amén de ser liberada de la obligación, derecho y
responsabilidad de pensar por sí misma por el todopoderoso Google?
¿Y todavía temen que los populismos se alcen con la victoria política?
¿Todavía se atreven a tener miedo de los populismos?
¡Eso sí que es una ingenuidad!
(O un gran cinismo)
Admitámoslo de una vez por todas. Hoy en día todo es populismo. El
populismo empezó con la propaganda que los periódicos no dudaron en utilizar
para vender más ejemplares, (Hobbes seguramente diría que fue antes: con los sermones de los sermoneadores en las iglesias y con el estéril escolasticismo en las universidades, pero para qué toparnos con esas dos grandes autoridades si hay tantas de las que ocuparnos...) siguió con los fascismos de una u otra corriente
ideológica, se transformó en democracia (¿o qué otra cosa piensan ustedes que
es la democracia? La democracia es un populismo con derecho a voto. Pregúntenle
a Franco. Él era un genio en estas cosas. Con él teníamos nada más y nada menos
que “democracia orgánica” La “única” diferencia con la democracia sin apellido
es que Franco no tenía que ganarse a la mayoría porque él ya sabía de antemano no
sólo lo que la mayoría quería sino, aún mejor, lo que le convenía a la mayoría).
El populismo fue utilizado igualmente como recurso de marketing por el cine y
por la literatura apellidada “de masas”, continuó con las plataformas y en
fin... a qué seguir.
Lo que tenemos hoy en una Fuenteovejuna “inmaculada” porque sus máculas son
limpiadas y lavadas por otros. Sean quienes sean estos “otros”.
Y por favor, no. No pregunten quién corrompe a quién: si los poderosos al
pueblo o el pueblo a los poderosos. Ya nos lo enseñó el Lazarillo de Tormes con
la historia de las uvas. El ciego cogía dos uvas en vez de una, que era lo
acordado; pero el Lazarillo cogía tres en vez de dos. Como suele decirse: “el
que no corre, vuela.”
Una sociedad o es o no es. En el fondo es lo que Carlota siempre repite: se
trata ni más ni menos que de una cuestión de zapatos. Si uno llega a casa, se quita los zapatos y
los deja en medio del vestíbulo no pasa gran cosa. Si a continuación su mujer hace
lo mismo, puede hablarse de cuestión estética pero nada más. Si al llegar el
primero de sus hijos también deja los zapatos en mitad del recibidor puede
empezar a hablarse de desorden pero desde luego la gran catástrofe no comenzará
hasta que el cuarto de los hijos llegue a casa, se descalce y siga el ejemplo
de los anteriores. Estética o no, desorden o no, el desafío que habrá de
superar el quinto hijo es el de lograr entrar en casa; incluso suponiendo que a
duras penas lo consiga, no podrá descalzarse, tendrá que cruzar la antesala
pisando todos los otros zapatos, ensuciándolos con el barro producido por la
lluvia que acaba de caer, arruinará el parquet recién pulido por la mañana por
una asistenta que cobra doce euros la hora sin contar el alquiler de la máquina
abrillantadora y será, finalmente, increpado por toda la familia por su
incapacidad para “hacer las cosas bien” y por el “egoismo” que “siempre le
caracteriza” y que le impide “pensar en los demás”, esto es, “pensar en el bien
común.”
Corrupción en Madrid.
No digo que no sean todos los que están; lo que digo es que no están todos
los que son y los que están, están porque alguien ha determinado y decidido que
así sea.
¿Para luchar contra la corrupción? ¡Por favor, señores, no seré yo quien lo
ponga en duda! ¡La lucha contra la corrupción es una cosa muy, pero que muy
seria! Sobre todo cuando al mismo tiempo se están matando dos pájaros de un
tiro –o eso al menos creen algunos. El primero es que unos cuantos opositores
de la parte fuerte del partido “desaparecen” por dimisión, se entiende. La
segunda es que “Fuenteovejuna” queda “avisada” de que si un “partido” compacto
puede “dividirse” en individuos, a ella también le puede pasar lo mismo.
No es mal aviso.
Pero quedará como vulgarmente se dice “en agua de borrajas”
Y esto por la sencilla razón de que algún otro partido se encargará de que
el primer pájaro no se convierta en un “ajuste de cuentas” dentro del partido
sino en la muestra evidente de la corrupción de la completa y absoluta “casta
política” y que debido a ello se hace imposible distinguir entre inocentes y no
inocentes dentro de esa “casta política”. En lo que al segundo pájaro se
refiere, a la división de Fuenteovejuna en individuos, éste será declarado como
muestra evidente del intento de atemorizar al pueblo llano, de achantarle, de
acobardarle...
¿Comprenden por qué me interesa tan poco el asunto del destape de
corrupción en Madrid?
Porque la energía errante como yo, cada vez que oimos esta historia del
destape de la corrupción en Madrid, se traslada, yo casi diría que se “teletrasporta”,
al hogar de la bruja ciega y huele la exquisita sopa que cuece en su olla igual
que Proust olía su famosa magdalena, y en vez de ver corruptos lo que en
realidad vemos es levantarse a la bruja ciega de su silla porque la tapa aulla
de dolor y se eleva en el aire cada vez que el vapor caliente le quema la bruja
ciega tiene que acudir en su ayuda. La bruja ciega se acerca, destapa la tapa,
deja salir el vapor caliente sobrante, baja el fuego, vuelve a tapar la olla
con suavidad y regresa a su asiento para continuar leyendo el pasaje en el que
se había detenido al escuchar el grito de auxilio de la tapa de la olla al
quemarse con el vapor de agua caliente que luchaba por escapar sin conseguirlo.
Olla destapada, olla tapada.
Díganme ¿puede considerarse este artículo un “fake new”?
Quiero decir ¿pueden considerarse las elucubraciones, mis elucubraciones, “fake
news?
Bien. En ese caso quizás debería titularlo: Elucubración con sospecha de
fake new: olla tapada, olla destapada.
¿Saben por qué sólo lo voy a titular: “Elucubración: olla tapada, olla
destapada”?
Porque no tengo ningunas ganas de convertirme en alguien famoso. Puedo
imaginarme la cantidad de visitantes que en ese caso conseguiría. Y francamente:
no.
Una cosa es lanzar por diversión una botella al mar en medio de un océano
lleno de botellas.
Y otra lanzarla en pleno agosto en las playas de Ibiza, de Mallorca o de
Marbella.
¡Qué horror!
La energía errante.
Y ¿qué decir de aquel lector de periódico que al leer un artículo en el
cual se afirma, finalmente se afirma, que “la mano dura en la educación no
sirve”, escribe en la sección de comentarios – sin ningún tipo de pudor, mucho menos de sentimiento de
culpabilidad, y ya ni hablar de sentido de la (in)decencia- que él da cachetes
a su nieto y que a él, al que pega, le duele más que a su nieto (que los
recibe)?
En primer lugar ¿cómo puede saber él a quién de los dos le duele más?
En segundo lugar ¿cómo puede ser que a él,que pega, le duela más que al
nieto, que recibe?
¿Es que el nieto tiene “una cara como el cemento”?
Y en otro artículo, no el lector sino el articulista escribe: “los hijos
entenderán a los padres cuando lleguen a su edad”
Y la energía se pregunta: Si los hijos entenderán a los padres cuando
lleguen a su edad, mucho mejor que los padres –que ya pasaron por la edad de
sus hijos- se preocupen de sus hijos– en el sentido de ocuparse de sus hijos
antes que de ellos y se dediquen a prohibir al abuelo de turno que le de un
cachete a su hijo, aunque sea por el bien del abuelo, para que el pobre no
sufra el inmenso dolor que le causa “dar” a su nieto un cachete. Porque el
verbo que utilizan es el de “dar”, el mismo que utilizan cuando en vez de
cachetes se trata de caramelos.
Queridos padres: recuerden cómo era cuándo ustedes eran hijos. No permitan
que sus hijos lleguen a su edad para saberlo y no quieran tampoco, que sus
hijos pasen por lo mismo que ustedes pasaron. Prohíbanle, por Dios Santo, al
abuelo que le de cachetes al nieto. Se ahorrarán dos sufrimientos: el del pobre
abuelo al que tanto le duele “dar” y al del pobre niño, que todavía no está en
edad “de merecer”, mucho menos “de recibir”.
¿Comprenden la cantidad de barbaridades a las que la energía errante tiene
que enfrentarse diariamente?
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