El inquietante contenido y su envoltura
Y bien: una cosa es que un comportamiento insensato e incomprensible de una
joven estudiante que, francamente, a los 21 años debería tener otras cosas en
la cabeza distintas de bromas hirientes y pensamientos mezquinos, no sea
utilizado para dictar una sentencia ejemplarizante que pone en peligro algo tan
importante como la libertad de los ciudadanos para decir imbecilidades
catársicas en la taberna que representan facebook, twitter y demás para una
parte de Fuenteovejuna, y otra muy distinta es –desde luego- que se premie a
los insensatos.
Esto último es algo que me molesta especialmente, entre otras cosas porque
supone una ratificación a la insensatez en el caso de Cassandra, y a un comportamiento
insolente, en otros. (Quién no conoce al “vago-antipático-desagradable-egoista-de
malas maneras capaz igualmente de ser sumamente simpático cuando le interesa o está
de humor”, de turno al queno sólo no se le reprocha su conducta, bien por miedo
a su imprevisible reacción o simplemente porque es más cómodo, y desde luego
más sano, mantener la armonía y no escalar la situación. Así que ese “vago-antipático-desagradable-egoista-de
malas maneras, capaz, no obstante, de ser sumamente simpático cuando le
interesa o está de humor” de turno, va conquistando posiciones de Poder cada
vez más elevadas. Y los otros le dejan y se lo permiten bien por miedo, bien
por una simple cuestión de comodidad y sobre todo porque en el fondo esperan
que alguna vez se de por satisfecho, que alguna vez cambie, que alguna vez deje
de ser “antipático-egoísta-desagradable-de malas maneras” y sea únicamente “el
ser simpático que puede ser cuando le interesa o está de humor”. La realidad, sin
embargo, termina imponiéndose. Son los “trabajadores-agradables por
naturaleza-y-por educación-y- no sólo porque les interese o porque estén de
humor” los que terminan arreglando las situaciones difíciles, los que hacen el
trabajo más duro, que el otro, el vago, se niega a hacer. Y son esos
trabajadores los finalmente olvidados e incluso humillados no sólo por el vago
sino por los adeptos de ese “vago-antipático-desagradable-egoista-de malas
maneras capaz igualmente de ser sumamente simpático cuando le interesa o está
de humor” porque lejos de ver en él a un “vago-antipático,
desagradable-egoista-de malas maneras capaz igualmente de ser sumamente
simpático cuando le interesa o está de humor”, ven en él un lider. Un lider al
modo y manera en que es descrito por Le Bon-Freud en la obra de Freud “Psicología
de masas”.)
Esto que acabo de escribir acerca de cómo un determinado carácter nada
esplendoroso consigue el éxito, no se refiere al carácter de Cassandra, puesto
que no la conozco en absoluto y por tanto desconozco cuáles son los rasgos de personalidad
que la caracterizan, sino al hecho de que muchas veces las personas que actúan
normal y sensatamente se ven superadas por las que no lo hacen.
A lo que me refiero es que el fenómeno de que el que obtenga la recompensa y apoyo público aquello que en absoluto lo merece, no me es desconocido y más de uno hemos sufrido alguna vez en nuestras propias carnes que nuestro esfuerzo ha quedado no sólo sin reconocimiento sino despreciado y burlado. Como es cada uno de nosotros el que lo sufre en su propia carne, al sufrirlo uno cree que es el único sufridor de este mundo y se siente muy solo en su sufrimiento. Sin embargo hay situaciones que nos recuerdan que no, que no estamos solos, que en este universo inmenso y gigante nadie está solo por muy inmenso y gigante que sea este universo. Y es entonces cuando nos sentimos reconciliados con este nuestro pequeño mundo y esta nuestra pequeña alma.
A lo que me refiero es que en este
caso en concreto del affaire Cassandra, a la persona sensata y normal le resulta esquizofrénico que
por un lado la justicia condene penalmente a una perfecta desconocida, hasta
que esa sentencia se dicta, llamada Cassandra y acto seguido un grupo político done dinero a esa misma persona, no para que ésta presente un recurso ante el Tribunal Supremo, lo cual es a todas luces comprensible, sino para ayudarla a proseguir sus estudios y no solo a ella sino a su familia. “Ganar Móstoles” ha donado 3000 euros para “su familia y financiar su beca.”, aunque según han declarado el bufete de abogados que la representa la sentencia no la condena a pagar las costas del juicio ni peligra la beca de la que disfruta actualmente.
Si el dinero concedido por "Ganar Móstoles" no expresa una recompensa, y no sólo
moral, a alguien que ha sido penado por la justicia por más que muchos no estén
de acuerdo con la sentencia de la justicia y de ahí que le animen y le ayuden a
reclamar ante el Tribunal Supremo, pero que en cualquier caso es verdad que se trata de una conducta estéticamente fea, que
venga Dios y lo vea.
Como no hay Dios, ni vendrá ni lo verá.
Asunto arreglado.
Muchos comentaristas y lectores de la prensa ya han predicho que teniendo
en cuenta los tiempos que corre más de uno y más de dos encontrarán en estos
affaires una solución a sus problemas económicos. Ponderarlo, desde luego lo
ponderarán. Qué menos. Hasta cierto punto lógica no les falta: si algunos
estafan a la sociedad con las enfermedades,
bien pueden hacerlo otros con los chistes políticos...
El problema: que el verdaderamente enfermo muere sin recursos y el
auténtico cómico es enviado al paredón.
Pero volvamos al affaire Cassandra. Un caso que se mire como se mire
únicamente puede ser calificado de inquietante.
Cassandra.Una estudiante de historia que se dedica a hacer chistes sobre el
asesinato de una persona que murió antes de que ella naciera. Sí. También es
verdad que algunos comentaristas tienen razón: que los twitter que escribió,
los escribió sobre Carrero Blanco como podía haberlo hecho sobre Viriato. Con
la única diferencia, debo decirles, que haber hecho chistes sobre Viriato
hubiera exigido probablemente un mayor conocimiento de la historia, en primer
lugar; un mayor sentido del humor, en segundo lugar; e incluso yo me atrevería
a decir que una mayor inteligencia para poder conectar a alguien de la edad de
Viriato con nuestro mundo. No crean: imaginar una serie como la de “los
picapiedra” exige y demuestra un gran ingenio. Sobre todo porque el humor se
refiere a las escenas cotidianas de la vida y no de la muerte.
Y no obstante: no deja de ser inquietante.
Cassandra no llega a la popularidad
por sus propuestas políticas, por sus denuncias ante lo que funciona mal o no
funciona en absoluta. Cassandra no se convierte en una figura política por sus
deseos de cambiar la sociedad, por sus proyectos sociales. No. Cassandra se convierte
en una persona conocida por sus twitters insultantes. Pero es que incluso su
insulto tiene unas características peculiares. El insulto de Cassandra no es el
“pantuflo” de Pablo Iglesias al periodista Inda, en clara alusión al padre de
Zipi y Zape, el famoso cómic que tanto divertía, entre otras cosas porque no
era más que la representación de aquella pedagogía negra: los hijos eran
siempre una pesada carga, tanto si eran obedientes como si no. En el primer
caso todavía divertían, en el segundo eran unos perfectos plastas. Lo que Cassandra
denomina “chiste” se refiere a la muerte. Sus bromas, sus chistes, se centran
una y otra vez en la muerte.
¿No ven esto inquietante?
Pero es que el “interés” aumenta cuando se observa que la manifestación
pública del deseo de muerte a otros en forma de chiste y de gracieta burlona por
parte de los jóvenes se está convirtiendo en una forma de comunicación, en un
modo normal de expresión, que a mí empieza a asustarme, sinceramente. Se desea
al torero que muera porque torea, se desea al político que muera porque
gobierna, y se desea –ya es lo último- al muerto que se muera. ¿Alguien lo
comprende?
Sin embargo, el llamamiento que se escucha no es el de “dejad las Plazas
vacías”, “Abandonad la Arena” o algo por el estilo. No. Lo que se desea es la
muerte del torero. Y deseando públicamente la muerte, alegrándose incluso por
ella, creen que están haciendo política o luchando por ideales.
¿Cómo puede explicarse algo así?
Díganme: Este desear la muerte envuelto en papel de humor, de chiste negro ¿no
tiene algo de gótico?
No me refiero a lo macabro de lo gótico sino justamente a su aspecto de “no-vida”.
Esta actitud que a primera vista parece el uso y el abuso del insulto ¿no
encubre más bien el miedo a la propia vida, la inseguridad al futuro, el propio
temor a no ser, a no existir? Este humor negro, que no es un humor negro
tradicional, sino un nuevo tipo de humor negro: “ojalá estéis todos muertos”, “ojalá
X se muera”, “ojalá os vayáis a los infiernos y os quedéis allí” ¿no es tal vez
el reflejo del nihilismo, del auto odio, más que un gesto político? ¿Puede realmente
calificarse esta actitud “política”?
Hace dos días lo dije: los hombres públicos y privados usan
y abusan del insulto y la burla. El
chiste insolente e insultante se ha convertido en una especie de moda. En la gente
joven el papel en el que el chiste va envuelto cobra una patina política, pero
esta patina huele a falsa pese a su intensidad o justo precisamente, por la
intensidad de que hace gala.
En los twiter de esos jóvenes ¿es verdaderamente la política el propósito
que persiguen? Y si esto es así ¿de qué política estamos hablando?
Jóvenes que se caracterizan por su indolencia a la hora de participar en la
res pública ¿por qué están tan preocupados políticamente por un Carrero Blanco,
por una ETA, por las víctimas del terrorismo, que son las figuras trágicas de la transición más que por el proceso de la transición en sí?
¿Por qué ese interés por los
asesinos y por los muertos y no por los logros, por lo que se construyó?
¿Por qué esa obsesión por el pasado muerto en vez de por seguir edificando el futuro?
¿No será más bien que esos jóvenes están
utilizando, consciente o inconscientemente, a la política como excusa al tiempo que como protección? ¿No será
que ellos –tan antitaurinos- están toreando y son los políticos los que pagan
la entrada mientras ellos juegan con la
muerte? ¿No hay un cierto deseo de auto inmolación? ¿No hay un cierto
recreamiento en la muerte, en lo negro, en lo macabro, en lo decadente? Y al
mismo tiempo, igual que en el mundo gótico, ¿no hay un cierto deseo de
mantenerse en la vida y de ahí que utilicen a “la” política – que no a “lo”
político- como bote salvavidas?
Esto es una pregunta que todavía no he visto formulada en ningún sitio pero
que me gustaría que alguien me contestara porque de un tiempo a esta parte noto
casi con consternación que mientras las alegres ancianitas se visten de colores
intensos, las jóvenes nietecitas van día sí y día no envueltas en negros
atuendos. Que las ancianitas se cubran
de rojo, azul, verde y amarillo no representa únicamente una rebelión más que
justificada contra la obligación que se les había impuesto de llevar ese
terrible negro y gris desde los cuarenta, si no antes; es también, la expresión
de la nueva forma de vida de los ancianos: mayores perspectivas de vida,
mayores comodidades, más entretenimientos y diversiones...
Pero que las jóvenes, sobre todo las jóvenes, hayan elegido el negro como
color cotidiano ¿no implica ya algo? ¿Algo terrible que desasosiega al espíritu
y que explica por qué una chica joven se preocupa de la muerte de un muerto y
no de la vida de los vivos?
La energía errante.
Hubiera querido seguir escribiendo. Hubiera querido explicar que el libertarianismo es
sólo posible declinado en singular, esto es: en individual pero no en plural, o
sea en filosofía política. Hubiera querido decir que yo opino lo mismo que
Voltaire: “hortelano, a tu huerto”. Que al que quiere hacer algo no le detiene
nadie, y al que no quiere hacer nada la mayor libertad le resulta un tormento.
Que un hombre no actúa en dimensiones gigantescas sino pequeñas, y que en estas
dimensiones reducidas lo que suele oprimir el alma, asfixiar la moral y
prohibir el desarrollo intelectual no es el aparato estatal sino el pariente
ocioso, el vecino envidioso, el competidor avaricioso.... En definitiva: los
mayores obstáculos que el hombre privado tiene que superar no son los del
aparato estatal sino los de su medio más próximo. La idea de que el criminal
conoce generalmente a su víctima, no es una frase de las películas de
detectives. Es la realidad misma. ¿Han leido ustedes “Muerte de un campesino
español” de Ramón J. Sender? La muerte al protagonista no le llega del aparato
estatal sino del envidioso de turno. E incluso en casos como Federico García
Lorca, leí hace poco que existe la sospecha de que quienes le denunciaron
fueron sus propios parientes, que se habían visto fielmente reflejados en obras
de teatro como “La casa de Bernarda Alba” y “Yerma”.
Quería haberles hablado de las pensiones, de la relación número de
trabajadores-pensionistas en España y en Alemania.
Pero hubieran sido demasiados temas.
Y además, a mí, lo que hoy me interesaba era el tema del humor negro de los
jóvenes envuelto en papel de política. Mi impresión es que el contenido no se corresponde con la cáscara.
No.
No se corresponde.
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