Hipócritas y cínicos.

Ustedes comprenderán que cuando alguien titula un artículo “Qué debe pasar para que gane Le Pen” y lo publica en un conocido periódico digital, la sensibilidad no sé si emocional pero desde luego sí intelectual del lector, se siente abofeteada – como mínimo. Debo reconocer, sin embargo, que el articulista no está solo en esa debacle política. Hay alguno que incluso invita a experimentar con el sí a Le Pen a ver qué sucede. Total, se ha experimentado ya con tantas otras respuestas que parecían peligrosas, dicen,  y todavía no ha sucedido “nada”... 
En fin. No sé si es la inexperiencia de la juventud, la falta de reflexión previa a la escritura, obligación de escribir titulares escandalosos que “vendan” y atraigan a los lectores... En cualquier caso y teniendo en cuenta que la mayoría hoy en día apenas tiene tiempo para detenerse un par de segundos en lo que el encabezamiento dice, tales titulares huelen a lo que ya dije que olían los chistes de facebook, twitter y el resto de tabernas sociales: a muerte. Y eso: que huelan a muerte, a deseo de muerte, me preocupa y mucho. Es como si lo único que lograra superar el nihilismo que envuelve a la sociedad actual fuera la desolación y la destrucción, como si el vacío aburrimiento de la Nada sólo pudiera ser vencido por la lucha, la barbarie y la muerte, aunque la lucha, la barbarie y la muerte vayan envueltas en un papel rosa estampado con corazones en el que aparece escrito por delante y por detrás, a derecha y a izquierda la palabra: Amor. “Te quiero, te amo, te necesito” ¿Se acuerdan ustedes de mis primeros artículos en el Blog “Desde el Asombro” que después pasó a llamarse “Idas y Venidas”? ¿Se acuerdan ustedes del canto de las sirenas? ¿Recuerdan ustedes mi artículo “Contrapunto VI” que aparece en mi Blog “El libro de la Semana”? ¿Les viene a la memoria la figura de Babo que Melville introduce en “Benito Cereno”? La sombra del mal envuelta en sentimentalismo victimista, la sombra del mal envuelta en aparente debilidad, la sombra del mal representando el papel de pobre hombre, cautivo y dominado por el tirano capitán incapaz de asumir su cargo y desempeñarlo correctamente, la sombra del mal fingiendo una paciencia amable y resignada ante el presunto opresor... Y al final ¿cuál es la única salida? Aquél a quien todos creian el capitán déspota e incompetente se alza como desenmascarador del mal, como el salvador no sé si del Bien pero al menos sí de la Paz y sobre todo de la razón. No la escribo con mayúscula. ¿Quién ha visto a “la Razón? Los físicos teóricos andan buscándola como desesperados en las leyes del Universo y ni siquiera ellos la han encontrado. Imagínenense pues nosotros, pobres mortales... Pero mantener la razón, aunque sea una razón en minúscula ya es mucho. La irracionalidad siempre se apoya en conceptos emocionales: te quiero, me quieres, te necesito... 

Y bien ¿Qué debe pasar para que gane Le Pen? Espero que nada inferior a un cataclismo.

Cuando alguien apoya su candidatura en el lema “Amor a Francia” en contraposición al presunto “no amor a Francia” de sus oponentes, cuando alguien convierte ese lema en Axioma Primero y establece su programa en virtud del Amor, está –ni más ni menos- que declarando la irracionalidad en Francia. En efecto: es ella y su partido quienes determinan qué es Amor a Francia y qué no es Amor a Francia. Es ella y su partido quienes deciden qué es lo “bueno” y qué es lo “malo” para Francia. Y todo esto entra en categorías morales que desde un punto de vista individual conforman al ser humano como individuo, pero que consideradas desde el punto de vista colectivo oprimen a la sociedad. No hay una moral individual y una ética social. Eso es un “ardid” lingüístico dirigido a permitir que en las aulas los alumnos pudieran elegir entre enseñanza religiosa, determinada por la Iglesia y enseñanza cívica, fijada y establecida por el Estado.
 La moral es siempre individual y bien individual y es la suma de los comportamientos y actitudes de esos individuos lo que configura a una sociedad como una sociedad de  “buenas costumbres y cultivada”, esto es: elevada” o la convierte en “bárbara e iletrada”, o sea: degenerada. Como a lo largo de la historia los diferentes gobernantes han observado que es más fácil que un individuo elija el camino fácil que el difícil, han optado por implantar a través de leyes determinados códigos “éticos” que “ayudaran” a los individuos a canalizar su “moral”. Algunos gobernantes han establecido códigos éticos tan rígidos que los individuos terminan corrompidos por la hipocresia que han de desarrollar. La hipocresía moral no es más que la ruptura en un individuo entre sus propias inclinaciones interiores y las normas de conducta que le vienen dictadas desde el exterior y que imperiosamente ha de observar si quiere ser considerado un “hombre respetable de la comunidad”. Justamente fue esto contra lo que luchó Lutero. Lamentablemente muchos de sus seguidores se han convertido en aquello mismo a lo que el Reformador se enfrentó: en dictadores de la moral pública. Lamentablemente también, muchos de los que predican “libertad” y “pluralidad” son auténticos déspotas del Orden Universal y Eterno. Mucha “libertad” y “mucha pluralidad” pero o se hace y se piensa que mismo que ellos hacen y piensan o eres apaleado y condenado como enemigo de la libertad.

Así están las cosas. La irracionalidad es siempre un gran instrumento y un gran arma. El problema es que las consecuencias son imprevisibles incluso para aquellos que mejor las saben utilizar: los prestidigitadores de la seducción y de la sugestión.

No. La pregunta “qué hace falta para que gane Le Pen” no me incita a leer el artículo. Ignoro su contenido. Un titular así marea al lector sensible como yo y no le permite introducirse en más profundidades. Ya lo he dicho alguna vez: no soy gran fan del psicoánalisis. De hecho estoy bastante cansada de los traumas y de los traumatizados. Sobre todo porque los realmente heridos tienden a ocultar sus heridas, a silenciarlas, a no mostrarlas o – paradójicamente- a hablar tanto de ellas, a enseñarlas tan a pecho descubierto que el “otro”, el que “las ve”, pierde el respeto por ellas y deja de prestarles atención y así, de esta forma tan extraña, es como el realmente herido vuelve a quedarse a solas con su sufrimiento y su dolor. Reirse de la herida... Eso, todavía no lo he conocido. Es un método nuevo que las series americanas no sé si utilizan o simplemente exponen, pero no conozco a ningún herido que se ría de sus heridas, sobre todo cuando aún le duelen. Pero como digo, estoy bastante harta de los traumas y de los traumatizados, de esos que les basta cualquier soplo de viento para generar un trauma en sus almas, no porque sus almas se parezcan a la de Proust, sino porque así ya tienen una excusa para las lamentaciones, para quejarse, para buscar culpables y para apagar su frustración y su resentimiento en ellos y con ellos. ¡Y pobre del hombre de buena voluntad que ose intentar ayudarles a superar sus traumas! Lejos de ver en él un amigo, un hombre de buena fe, lo único que esos “traumatizados” aciertan a ver desde la prisión negra, desde el calabozo sombrio en el que ellos solitos han recluido a sus almas, es a un hombre alegre y jovial “que se considera por encima de ellos”, “que pretende restregarles su felicidad interna”, y entonces escupen a ese desdichado todo su veneno, toda su desesperación, toda su negra ferocidad.

Mientras tanto los heridos, los realmente heridos, no dudan en coger un clavo ardiente para cerrar la herida.

No sé qué tiene esto que ver con Le Pen. Nada. Ustedes ya saben: soy una energía errante que vaga por aquí y por allá. En cualquier caso: cuidado con el canto de las sirenas y cuidado con la sugestión de la irracionalidad. Es algo con la que todos los individuos públicos juegan: políticos, actores, modelos, presentadores, cantantes... Pero recuerden a Nietzsche: la irracionalidad ha de ser racionalmente utilizada a fin de que podamos mantenernos como los héroes: en la fina franja que une, al tiempo que separa, el mundo apolíneo del dionisiaco.

Es un error intentar explicar el panorama internacional actual. Tanto como intentar comprender el nacional, da igual cuál sea el nacional: español, alemán, francés, inglés, americano, oriente medio.... La irracionalidad, la apariencia, la confusión entre el oro y el bronce, entre la calidad de los materiales y la marca con la que se vende un producto, aparece mezclado y revuelto. Probablemente al individuo sensato no le queda en estos momentos más solución que la de retirarse a sus aposentos. No al calabozo sombrio y vacio del “traumatizado”, traumatizado por su propia vaciedad y negritud, sino a la estancia envuelta en semipenumbra y polvo donde se acumulan viejos tomos escritos por antiguos sabios cuyos cuerpos han muerto, no así sin embargo su sabiduría.

Y sin embargo... yo –la energía errante que tanto peligro encuentra en la irracionalidad- sufro un brusco escalofrio cuando leo a Slavoj Zizek “El resto indivisible”, un libro altamente recomendable porque independientemente de que se coincida o no no con sus ideas provoca, más que invita, a la reflexión del lector y esto es algo siempre digno de agradecer.

Pues bien, en el capítulo titulado “La femineidad como enmascaramiento”, Zizek escribe: “El lugar común sobre la vida en prisión es que estoy integrado efectivamente en ella, arruinado por ella, cuando mi adaptación a ella es tan apabullante que ya ni siquiera puedo tolerar ni incluso imaginar la libertad fuera de la prisión, por lo que mi liberación genera un completo colapso psíquico, o al menos genera un anhelo por la seguridad de la vida en prisión que se perdió. Sin embargo, la verdadera dialéctica de la vida en prisión es algo más refinada. La prisión me destruye en efecto, se apodera de mí por completo, precisamente cuando yo no accedo por completo al hecho de que estoy en prisión sino que mantengo un tipo de distancia interna respecto de ella, me apego a la ilusión de que “la vida real está en otro lugar” y me permito pasar todo el tiempo soñando despierto acerca de mi vida afuera, acerca de cosa bonitas que me esperan cuando me liberen o escape. De esta manera, me veo atrapado en el círculo vicioso de la fantasía, por lo que, cuando finalmente llegue el momento de mi liberación, la grotesca discordia entre la fantasía y la realidad me hará colapsar. Entonces, la única solución verdadera es aceptar todas las reglas de la vida en prisión yl luego, dentro del universo regido por estas reglas, buscar la manera de vencerlas. En resumen, la distancia interna y soñar despierto sobre la Vida en Otro lugar, efectivamente me atan a la prisión, mientras que una completa aceptación del hecho de que realmente estoy aquí, viviendo bajo las reglas de la prisión, abre un espacio para la verdadera esperanza.” Zizek,Slavoj “El resto indivisible” Buenos Aires: Ediciones Godot Argentina, 2013. Traducción Ana Bello. Corrección Gimena Riveros. ISBN 978-987-1489-70-1 1.

Como digo, Zizek fuerza al lector a la reflexión, le reta. Zizek no especula, Zizek sentencia y lanza esa sentencia al ruedo del pensamiento para que se enfrente a las otras sentencias. Esto, justamente esto, es lo que hace de Zizek un pensador tan interesante. Zizek no se limita a expresar una reflexión. Zizek reta al contrario. El suyo es un duelo en la arena de los caballeros pensantes.

Y bien. Lo primero que recuerdo al leer este párrafo es a Brecht cuando en “Historias de K.” cuenta que un tirano preguntó a un hombre obligado a ser su sirviente “¿Me obedecerás?”. El sirviente no contesta pero durante siete años atiende todas las peticiones y exigencias del tirano hasta que éste, exhausto por el buen comer, el buen beber y el nada hacer muere. Entonces el sirviente responde: “No.”

Lo segundo que vino a mi memoria fue el libro de Philippe Claude, -en mi opinión una de las mejores obras contemporáneas, no me cansaré de repetirlo-, “El informe de Brodeck”, en donde el prisionero capturado logra sobrevivir a todas las torturas y humillaciones a las que es sometido porque hay una idea que mantiene su deseo de sobrevivir: la imagen de la mujer a la que ama.

Lo tercero en lo que pensé fue en el libro de Michael Ende “La historia interminable”, un libro que marcó mi espíritu adolescente soñador y aventurero. El problema que Michael Ende expone allí es el de la desaparición del Reino de la Fantasía. Sin embargo, el autor no olvida algo que es fundamental: la evanescencia del Reino de la Fantasía es tan peligrosa como el quedarse recluido allí para siempre. Tan importante como mantener su existencia es conservar la separación entre los dos mundos y sobre todo, evitar quedar atrapado en él.

La radical respuesta de Brecht (y de Zizek) respecto a la aceptacion de la prisión y de sus reglas, que parece oponerse a la posibilidad combinada de un mundo interior que se apegue a la fantasía –ya sea de un mundo mejor en la Vida o en la Muerte – no es una solución final. Por lo menos, no desde mi punto de vista. A muchos les destrozaría el alma y preferirían la muerte antes que convertirse en robots funcionales y eficientes. Es cierto que quedar recluido en la fantasía no es la mejor opción pero vivir sin ella, sin esa “minima esperanza” que a veces puede ser una “mínima moralia”, no proporciona mejores resultados.

Siguiendo la lectura del libro de Zizek uno tiene la impresión, de que el problema de Zizek no es tanto la fantasía tradicional ya sea de corte romántico, religioso, o de otro cualquiera sino el problema que genera por un lado lo llamado “políticamente correcto” y por otro “la realidad virtual”. Mientras que lo políticametne correcto, asegura Zizek, nos introduce en una neutralidad del lenguaje que puede llegar a ser peligrosa llevada a su extremo, la realidad virtual nos permite decidir ser lo que no somos. Más aún: nos permite actuar cómo si fuéramos aquello que hemos decidido ser pero que de ninguna manera somos. Y esto, no cabe duda, se convierte en un extraño fenómeno para el propio individuo. “Este insoportable mandato del superyó es de lo que el sujeto huye al correr hacia el universo “frio” de las relaciones virtuales en las que el otro ya no es un verdadero otro intersubjetivo (...) (La  capítulo: El ciberpunk Cartesiano “El resto indivisible”)

“(...) lo que Lacan tenía en mente cuando declaró que “no existe el metalenguaje”: aquello que Zhirinovsky y los skinheads afirman es una mentira incluso si o, antes bien, justamente en tanto que es objetivamente verdad; sus afirmaciones se contradicen con su posición de enunciación, con la posición neutral y desligada, desde la cual la víctima es capaz de decir la verdad objetiva sobre sí misma. Y es fácil imaginar una versión mßas actualizada teóricamente de esta actitud falsa; un racista, por ejemplo, que declara que no es el verdadero autor de sus exabruptos verbales violentos contra los afroamericanos o judíos o árabes: las acusaciones en su contra presuponen nociones metafísicas tradicionales que deben ser deconstruidas. (...) Esta posición imposible de enunciación caracteriza la actitud cínica contemporánea: en ella, la ideología puede poner sus cartas sobre la mesa, desvelar el secreto de su funcionamiento y aún así continuar funcionando. (...) Forrest Gump desvela el secreto de la ideología (el hecho de que su funcionamiento exitoso implica la estupidez de sus sujetos) de manera tan abierta que en otras circunstancias históricas sin duda habría tenido efectos subversivos; sin embargo, hoy, en la era del cinismo, la ideología puede permitirse desvelar el secreto de su funcionamiento (su idiotez constitutiva, que la ideología tradicional precínica tuvo que mantener en secreto) sin que su eficacia se viera afectada en lo más mínimo.

Esta actitud cínica también es clave para el resurgimiento de los “fundamentalismos” étnicos y religiosos. Ya Lacan había hecho énfasis en cómo un cínico no cree en las palabras (en su “eficacia simbólica”), sino sólo en lo real de la jouissance; (...) la paradoja de que los intelectuales cínicamente “iluminados” de hoy, que ya no pueden creer en ninguna Causa social, son los primeros en caer presa del fundamentalismo étnico “fanático”. El vínculo entre el cinismo y el fundamentalismo (étnico o religioso) no se ocupa fundamentalmente del hecho de que en la actual “sociedad del espectáculo” el fundamentalismo en sí es solo otro espectáculo mediático y, en cuanto tal, es fingido, es una máscara cínica de intereses de poder, sino, antes bien, todo lo contrario: la distancia cínica en sí depende de la adhesión ignorada a una Cosa étnica (o religiosa); (...)

Y quizá, lo que el denominado giro “posmodernista” agrega es sólo la experiencia de un cierto “ça n´empeche pas d´exister”. Es decir: el modernismo aún se aferra a la ilusión de que la reflexión de alguna forma influye radicalmente sobre su objeto (una vez que un síntoma se interpreta correctamente, debe disolverse; una vez que le explicamos a un racista las verdaderas causas de su odio hacia los extranjeros, este odio debe desaparecer, y así sucesivamente), mientras que u posmodernista tiene en cuenta el hecho de que por más que mi racismo sea “reflejado”, sigue siendo racismo puro y simple y, lo que es aún peor, que un primer nivel de racismo puede volverse operativo recién cuando lo acompaña un segundo nivel de reflexión que contiene y repudia su verdadero alcance...” (Cap: el cinismo como ideología reflejada “El resto indivisible”)

Creo que jamás he estado más de acuerdo con alguien con quien en principio estoy en casi completo desacuerdo. Zizek se apoya en el psicoanálisis y a mí el psicoanálisis me parece un terreno de arenas movedizas con caimanes y serpientes incluidas. Zizek es materialista y no parece mostrar grandes simpatías por la fantasía mientras que yo necesito de un “aposento” – material o no-, en el que rememorar los bellos momentos que cualquier día nos ofrece servidos con los pesares cotidianos, curar mis heridas y soñar con otros mundos.

Y fue justamente en este instante, al pronunciar la palabra “soñar”, cuando comprendí que estaba envejeciendo. No me refiero a mis blancos cabellos que – con gran pesar de mi amiga Carlota- tanto me cuesta decidirme a teñir. A lo que me refiero es a la (in)capacidad actual de mi alma para introducirse en esos mundos de fantasía a los que tanto parecen temer los hombres sensatos. Y es cierto: a una determinada edad resultan peligrosos, pero el problema – el problema que acabo de conocer- es que hay un momento en el que ese mundo cierra sus puertas al individuo y éste ya no puede penetrar más en sus muros.

Estuve intentando introducirme en el mundo de la Fantasía, soñar mundos mejores, mundos distintos, mundos peores, mundos terribles.... Fue en vano. Lo único que aparecía una y otra vez ante mi ser era la realidad real de lo real.

Así que he recurrido a medidas drásticas, casi desesperadas: Me he leído un par de novelas románticas, un par de novelas de aventuras y ahora estoy ocupada con Philip K. Dick y sus obras de ciencia ficción. Y lo peor: después de leer a Philip K. Dick la sensación que me invade es la de una infinita alegria por vivir en mi real mundo en vez de en su fictiva realidad. Es un consuelo, no crean.

Lo que la energía errante ha aprendido antes de irse a descansar:

- Lo bueno de las pesadillas es que uno sabe que puede despertar.

- Lo bueno de la realidad real es que obliga a los jóvenes a construir el mundo en virtud de mundo soñados y permite a los viejos, sin fuerzas ya para construir el mundo real, fabricar mitos y leyendas que alimenten los sueños de los jóvenes.

Lo terrible, lo que Zizek y yo, tan distintos en muchas de nuestras posiciones contemplamos es el peligro, real y bien real, del cinismo.

A mi modo de ver sólo hay dos formas de vencer al cinismo: el silencio total y absoluto y la autenticidad auténtica del individuo. El cínico coge las palabras y las deforma justo porque para él las palabras no son expresión del Logos ni el instrumento en el que se apoya la razón, sino una nueva arma de la que se sirve la irracionalidad para apoyar la irracionalidad sin que pueda ser declarada “loca” por el hombre racional que utiliza el Logos para tratar de comprender y de adentrarse en la realidad. Desde que el cínico se sirve de la palabra, su discurso toma configuraciones fantasmagóricas de Logo y el hombre racional justo porque es racional intenta vislumbrar qué hay de fantasmagórico y qué de Logos en el discurso del cínico. Así que en tanto en cuanto intenta racionalizar lo irracional está alimentando lo irracional. No el Logos sino el Silencio es el antídoto. No la arena social sino el aposento, es el remedio. No la exposición pública sino el recogimiento, es la única médida posible. 
La otra medida es la decisión inquebrantable y radical de ser auténtico. Auténtico con uno mismo, no con la sociedad, ni con las normas, ni con las ideologías. Auténtico con uno mismo. Poco importa que esa autenticidad sea producto de la simbiosis con la prisión en la que se encuentra o no, y mucho menos aún es relevante que el prisionero no sea consciente de que su autenticidad es en realidad resultado de una identificación con su prisión. Realmente ¿de verdad importa que el prisionero mantenga una identificación de la que no es consciente y que se considere unido a la misma sin saber los motivos? ¿de verdad es relevante que sea consciente de la preconsciencia de su autenticidad?. Un hombre que actúa en unidad consigo mismo, que mantiene la unidad mientras es unidad pero que no teme al desgarramiento ni a la obligación de cambiar en el momento mismo en que esa unidad interna desaparece, ese hombre –digo- nunca será un cínico. Tal vez sea un hombre equivocado y errado en sus premisas. Pero en cualquier caso nunca será un cínico.

El cinismo es al conocimiento lo mismo que la hipocresía a la moral. El hombre hipócrita no tiene una unidad en sí mismo. Se ve obligado a actuar de manera contraria a sus inclinaciones para ser un hombre respetable en sociedad. El hombre cínico es un hombre que se alimenta de palabras para devorarlas, empacharse con ellas y vomitarlas. En el hombre cínico hay una disociación intelectual entre lo que piensa (mejor dicho no-piensa) y recibe.
Una sociedad cínica difícilmente puede ser culta y al contrario: una sociedad cultivada difícilmente puede ser cínica. La figura del intelectual cínico es justamente todo lo contrario de la del cínico. El intelectual “finge” ser cínico justamente para ocultar su autenticidad y de este modo poder sobrevivir en la sociedad degenerada y corrupta. El intelectual “esconde” que posee una unidad interna, del mismo modo que el millonario coloca en su mansión sistemas de vigilancia y deposita su dinero en lugar seguro para que los ladrones no puedan entrar sin ser vistos, asesinarle y robarle.

Da igual cómo uno se comporte en sociedad. La distinción entre moral privada y moral pública nunca fue de mi gusto, ustedes ya lo saben. Y sin embargo, es cierto que no nos comportamos del mismo modo cuando estamos a solas, con un grupo de buenos amigos, que en la gran rueda social. Y sin embargo... pese a todo, no hay mayor lujo, no hay mejor pócima que la de ser sincero –radicalmente sincero – con uno mismo, aunque acto seguido nos veamos obligados a ponernos la máscara para salir a la calle, por el mismo motivo por el que nos envolvemos en nuestros abrigos: para que el frio del exterior no nos congele.

La energía errante.

Y no. No quería escribir tanto. Nunca conseguiré llegar al artículo 365. Pero no puedo escribir por escribir aunque cuando escribo escriba a la velocidad del pensamiento. Son dos cosas diferentes ¿no creen?

Me destroza el alma que le hayan quitado la custodia de sus hijas a la señora de sesenta y cuatro años. Curiosamente la misma paranoia que al parecer le impide criar a sus hijas, no le impidió cuidar a su madre enferma. Curiosamente la historia de la paranoia es posterior a su aparición en televisión afirmando que era objeto de una persecución. Anteriormente la historia es que había dejado caer a una de sus hijas. No sería mucho caer, digo yo, si no se decía nada de hospitalización a pesar de ser una casi recién nacida.

Como alguien dijo: “Ser paranoico no significa que nadie te persiga”


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