Nada que decir


Lo sé. Ustedes no están interesados en las aventuras de Elba, la estrella y el vampiro. Ustedes no sienten ninguna curiosidad por saber dónde se ha refugiado el espíritu, en qué lecho se ha tendido en busca del sueño reparador. A ustedes no les preocupan las idas y venidas de la bruja, ciega desde que ha recuperado la vista, y de la energía, que una vez fue nómada, pero a la que los cortocircuitos convirtieron en errante y por errante, vagabunda. A ustedes les cansan las historias de los nigromantes que voluntariamente rezan para que los Seres Intermedios, esos que un día fueron pero ya no son, "voluntariamente" les devuelvan el favor. Esos seres intermedios, que justamente porque fueron no pueden volver al Reino del No Ser Absoluto y no obstante han de esperar la gracia del Reino del Ser Absoluto, constituyen una parte fundamental en la trama de los acontecimientos. 

Ustedes piensan que estas historias son cuentos, relatos fantásticos narrados con una cierta ingenuidad que casi podría denominarse infantil. 
A lo sumo, y tal vez por aquello de encontrar un nombre para comercializarla, “naif. Incluso  podría concedėrsele un calificativo tan abstracto como el de “naif pop”, cuya significación exacta resulta prácticamente imposible de determinar pero que precisamente por eso genera largos e interminables coloquios y conferencias, lo que le otorga un barniz intelectual sumamente ventajoso a la hora de vender los productos artísticos.  
Eso, supongo, es la herencia que ha dejado el arte conceptual, el arte protesta y todos esos artes que necesitan obligatoriamente un apellido para poder llamarse “arte”. ¿Precisa Rubens de algún apellido más allá del suyo propio? ¿Lo requiere Goya? 

Recuerdo que esta fue una de mis grandes, casi acaloradas, discusiones con Verónica, la hija de Carlota. Carlota: el Espíritu que duerme. Carlota duerme y su sueño protege al Espíritu en lo más recóndito de su ser. Carlota duerme y Verónica ha sido la encargada de tomar la antorcha y seguir adelante. ¿Adónde? El "a dónde" no importa. Lo realmente esencial es el “a través”. 
A través de la oscuridad, a través de los fríos laberintos que cruzan los caminos sin Espíritu, alumbrados y calentados con la simple luz de una antorcha porque la estrella tiene misiones más peligrosas todavía que cumplir. 

Verónica, digna hija de su madre, la idealista que duerme, y de su padre, el realista que no cree en los modelos financieros, pero sí en el éxito empresarial. No es lo mismo; no. Para el padre de Verónica el mundo de los negocios representa lo que la física mecánica supone en Física: un mundo complejo pero conocido, predecible y seguro incluso en su inseguridad. El mundo de las finanzas, en cambio, es el mundo de la física cuántica: de los modelos, del caos y del azar, de los mundos paralelos, de lo que simultáneamente es y no es… 
El mundo de los negocios es un mundo de técnicos; el de las finanzas, de tecnócratas. El mundo de los negocios es un mundo de aritmética y el cuento de la lechera; el mundo financiero es el cuento de la lechera introduciendo derivadas. El mundo de los negocios es un juego alrededor de un tablero colocado en una mesa; el mundo de las finanzas es un juego tridimensional, que exige gafas digitales.  El mundo de los negocios es un mundo en construcción; el mundo de las finanzas, un malabarista intentando el más difícil todavía. 

¿Dónde se encuentran ambos mundos?, pregunta Verónica a su padre.

Su padre ríe. “En los ingresos… o en la ruina.”

Sabias palabras que Verónica no ha olvidado jamás. “Ingresos o ruina”, esa es su divisa, pero a diferencia de su padre Verónica no persigue únicamente el dinero; persigue el Todo. “Todo o Nada”. Lo que ese “Todo” signifique para el corazón intrépido de una joven damisela… 

En cualquier caso, lo que mantiene desvelada a la bruja ciega, incluso ahora, no es el concepto de “Todo” sino el sentido de ese “Nada”.

Pero como digo: a ustedes no les interesa nada de esto. La historia, además, ni siquiera está bien escrita. Demasiado rápida. Demasiado superficial. Un par de pinceladas aquí y allá, que no siempre expresan adecuadamente lo que quieren trasmitir e impiden, claro, que el lector pueda entender lo que allí se dice. Y por otra parte ¿qué dice?

Nada en concreto. Ninguna violencia. Ninguna gran emoción. A lo más unas tímidas sonrisas. El único que sienta la nota de fuerza es el vampiro, pero incluso él se limita simplemente a rugir, a vociferar; ninguna pretensión de seducir a Elba; ningún deseo de dominar la voluntad de la Bruja. "Conversaciones habermasianas", podría llamarse a sus diálogos.

Es importante, fundamental, que ustedes comprendan: Estos seres no son seres cuánticos, no son entes que pertenezcan al mundo de las combinaciones y de las probabilidades. Tampoco tienen nada que ver con la posmodernidad. Todos ellos pertenecen al mundo mecánico y al mundo ilustrado. El único componente romántico es el vampiro; pero como todos sabemos, el romanticismo es hijo bastardo de la Ilustración. ¿Se puede decir “bastardo” hoy en día? ¿Es políticamente correcto? Probablemente no. Sin embargo, en el tiempo en que el Romanticismo fue concebido , no existía otro término mejor para definirlo. 
He de revelarles, ademas, que aunque el vampiro lo intentara, Elba no puede ser seducida y la Bruja no puede ser dominada porque la naturaleza de ambas mujeres es superior y, aun en el supuesto caso de que no fuera así, esto tampoco cambiaría la situación: ni la una ni la otra serían las víctimas propiciatorias del Vampiro. 
Y ello porque el vampiro, no lo olviden nunca, es un patriota, no un vulgar psicópata.

Un mundo mecánico e ilustrado es un mundo diáfano, claro; un mundo bien delineado, con sombras definidas y medidas proporcionadas, en el que incluso las paradojas resultan comprensibles. 

En la realidad ilustrada no existen mundos paralelos sino diferentes mundos y desde luego, un mundo distinto, sólo es aceptable como “mundo” si se comporta “civilizadamente”; esto es: a la manera ilustrada. En otro caso es un mundo incivilizado, que no merece la pena ser tenido en cuenta. Es por ello por lo que los ilustrados no tienen ningún inconveniente en reunirse en sus logias masónicas, donde las fuerzas eternas se comportan “civilizadamente” y sí, en cambio, en las iglesias, - especialmente en las católicas -, por todo lo de que superstición, oscurantismo, anti-ilustración, romanticismo y, en definitiva, incivilización, encierran.

Pero a ustedes, lo sé, la narración no les interesa lo más mínimo.

Ustedes quieren una reflexión sobre el mundo en este momento.

El mundo, creo que lo expliqué en un artículo, no puede ser reflexionado hoy en día. Ni por mí ni por nadie. Los gurús del Caos, del Azar a un lado; los gurús del Todo en el Uno y el Uno en el Todo a otro; los abanderados del Orden Universal y Eterno, ocupando un lugar cada vez más destacado, hacen imposible tal reflexión. 

No busquen tampoco un frente tradicional como ese al que acudían antaño dos ejércitos enemigos a batirse a muerte; no busquen bandera que señale de qué ejércitos se trata; tampoco indaguen en la causa del combate. En estos momentos lo único que impera es la confusión del “Cree su propio mundo.” 

Hubo un tiempo en el que pensé que tales cosas únicamente le sucedían a mi amiga Ifigenia. 

Ifigenia fue declarada desde prácticamente el mismo instante de su nacimiento “featontamalamadreabadesa”. La verdad es que no tardó mucho tiempo en pasar de madre abadesa a brujita y de brujita a bruja, sin que ello supusiera contradicción alguna en el discurso. Lo de madre abadesa no deja de tener su gracia: en determinados segmentos de la población decir monja equivale a decir bruja; madre abadesa, ergo superiora de bruja.

Las explicaciones podrían ocupar páginas enteras. Digamos que a falta de espacio en un hospital civil, Ifigenia nació en un hospital militar; que lloró hasta el punto de que las pobres monjas que atendían a los enfermos estaban desoladas de tanto escándalo y que hasta hubo enfermos que por Dios Santo pidieron que se callara; que su madre sufrió enormemente en su parto; que demostró una gran falta de amor filial al no dejar dormir a sus padres y por preferir los brazos de su madre al colchón de su cuna. Ifigenia aprendió a caminar a los doce meses, pero resultó tan caprichosa que no sentía ningún resquemor al pedir, si no exigir, que la cogieran en brazos. Este terrible carácter de Ifigenia se manifestó especialmente con el nacimiento de su hermano, un año justamente después del de ella. A los quince meses, Ifigenia perdió su chupete y no se le ocurrió otra cosa mejor que quitárselo mientras el pobre bebé dormía plácida y tranquilamente en su cuna, como corresponde a los buenos bebés; tal acción descubrió los “enfermizos celos” que Ifigenia sentía por la “pobre criatura”. En fin; a lo que iba: esa featontamalabrujacelosa decidió que lo de bruja no le incumbía, puesto que en los cuentos todas las brujas eran viejas y ella, no; lo de fea no tenía remedio y muy posiblemente lo de tonta, tampoco; sí en cambio, lo de mala y celosa. En consecuencia, intentó mejorarse. Resultó tarea imposible. Por lo visto, cuando una nace mala y celosa sólo puede llegar a ser “buenecita”, o sea “hipócrita”. 

He de decir que el comportamiento de los padres de Ifigenia únicamente puede ser calificado como heroico y ejemplar. La paciencia que demostraron, los cuidados que le ofrecieron teniendo en cuenta la personalidad de su retoño no deja lugar a dudas: los padres de Ifigenia le ofrecieron lo mejor de sí mismos e hicieron todo cuanto estaba en sus manos para atemperar las consecuencias de una naturaleza tan villana. Fueron padres modélicos y demostraron una formación moral intachable y una comprensión digna de los mejores manuales educativos. Lamentablemente, cambiar la naturaleza dada no estaba en sus manos ni en sus fuerzas.

Años más tarde, en Alemania, Ifigenia descubrió que el hecho de ser latina, abierta y franca, la convertía automáticamente en “temperamentvoll” a los ojos de los desconocidos que encontraba a su paso. Debo decir que Ifigenia siempre ha desconocido el preciso significado de dicho término. Unas veces hace referencia a un carácter enérgico y otras a un carácter que no es capaz de sujetarse a sí mismo, o sea: pasional – con todo lo que este término conlleva. Debo decir que a una persona como Ifigenia, que a los quince años había sufrido el dolor paciente y resignado de una madre por no tener una hija tan bella y estilosa como tenían las otras madres, y había oído afirmar a su padre, radicalmente sincero, que tenía cara de vieja, el hecho de ser considerada una persona pasional le resultaba tan nuevo, como divertido e interesante.

Respecto al carácter enérgico de Ifigenia, he de confesar que a esta “feamalatontabrujacelosahipocritapasional", dicho rasgo no le ha servido para otra cosa que no haya sido el trabajar como una mula de puertas para dentro y justificar de este modo su existencia, porque afuera no ha trabajado y hete aquí que, pese a todo, como Ifigenia ha trabajado sin ganar dinero, ha de escucharse decir constantemente de aquéllas que trabajan por un salario, que Ifigenia es una vaga mantenida. ¿Pueden imaginarse ustedes el panorama? 

"Featontamalabrujacelosahipócritapasionalvaga"." Y aun así ¿todavía se atreve Ifigenia a pedir reconocimiento, a exigir justicia, a reclamar derechos?

Todo ello convierte a Ifigenia en una "Featontamalabrujacelosahipócritapasionalvagatirana."

Que Ifigenia haya decidido permanecer en el mundo de los vivos obedece a varias razones. 

La primera, reconocida por su propia madre, es que es muy fuerte. (Su fortaleza, si es que la tiene, la aporta, creo yo, o bien su innata estupidez o bien su naturaleza de mula, o bien ambas).
La segunda, su sentido del humor (Como siempre se ha sostenido que Ifigenia no tiene ningún sentido del humor, me veo obligada a hacer una precisión: es cierto que Ifigenia pocas veces comprende el humor de los “humoristas” que la rodean, pero “su” humor, al igual que le sucede con el humor de Mark Twain y P.G Wodehouse, la divierte bastante.
La tercera razón que ha hecho posible su supervivencia descansa en su fundamental y esencial cabezonería: sus opiniones son suyas y como suyas las defiende cueste lo que cueste. Ello le ha servido a Ifigenia para ser considerada intolerante, inflexible, y yo qué sé cuántas cosas más. Esto es algo que Ifigenia nunca ha terminado de comprender. A ella, por ejemplo, le resulta indiferente que alguien se emborrache; por ella, como si se emborracha medio mundo; pero a Ifigenia le molesta sobremanera que en atención a la flexibilidad y a la tolerancia haya de lanzarse ella misma a la botella.
Existe también una cuarta razon: en el hipotético caso de Ifigenia hubiera decidido unirse a la eternidad antes de que la eternidad misma lo decidiera, ello lejos de suponer una tragedia sólo hubiera sumado una connotación negativa más a su ya de por sí abultado expediente, cosa a lo que Ifigenia en absoluto estaba dispuesta. 
E incluso se podría añadir una quinta razón: la propensión de la familia de Ifigenia a decir “a” y “no a” y a afirmar en público la una o la otra, en virtud de lo que socialmente convenga, lo que pocas veces coincide con lo que realmente piensan. Es un follón. Entre lo que se escucha en privado, lo que sisean entre ellos, lo que cuentan a los unos, lo que cuentan a los otros y lo que cuentan a sus más íntimos pensamientos no sólo hay años luz, sino un gran lío porque nunca se sabe dónde está la verdad, o si ni siquiera está. Uno nunca puede estar seguro de si ha oído la verdad, lo que ellos piensan, lo que se imaginan, lo que quieren hacer pensar, lo que quieren que los demás piensen que ellos piensen… Detenerse a considerar lo que es, de lo que podría ser, de lo que podría haber sido, de lo que se imaginan que podría haber sido, de lo que tú imaginas que ellos imaginan pero que no creen aunque lo piensan… El mareo que uno sienten es de tal magnitud que lo único que puede hacer es coger una novela y leerla. Por muy embrollada que sea, nunca lo será tanto como lo que acontece en las complejidades de la mansión psicológica familiar en la que hay pasadizos secretos que no todos los miembros conocen, laberintos sin salida, muros que cambian constantemente de posición… Quiero decir: en tal situación uno emula a Alejandro Magno y corta el nudo gordiano, pero desde luego no se ahorca con él.

Pues bien, el problema actual, el mayor de todos los problemas, es que esto, que en principio debería ser una anécdota personal sin más importancia que la que cada uno de los componentes desee concederle, se está convirtiendo en una epidemia social.

Quiero decir; que unos padres le pongan una determinada personalidad a una hija; que, a causa seguramente de sus propios traumas, sean incapaces de valorar adecuadamente a su hija, la deformen a la baja y en cambio sobreestimen a las hijas de los demás, afecta únicamente a un reducidísimo grupo de individuos; que los prejuicios sociales conviertan a las suecas en monumentos, a las españolas en mujeres fatales, y a las francesas en bombones, ha de considerarse como parte del folklore internacional; y que uno sólo sea persona si gana dinero, del mismo modo que ayer uno sólo era persona si tenía pasaporte (Brecht dixit), es un asunto que concierne al área de economía y al proceso hegeliano. Que llegado un momento todo ello se ponga en una botella se agite y al destaparse, el contenido se desparrame y se produzcan separaciones familiares, crisis existenciales y qué se yo, todo eso -digo- no merecería ser comentado en ningún blog, especialmente cuando ese blog no tiene la pretensión de ser ni una obra literaria, ni un panfleto sentimental.

Lo realmente angustioso, lo realmente preocupante, es el hecho de que, de un tiempo a esta parte, los guiones que unos escriben para otros están convirtiéndose en algo natural, aceptado y prácticamente inevitable -por más que esos otros no quieran dichos guiones, por más que esos otros se opongan terminantemente por inadmisibles, por opuestos a sus propios principios, a admitirlos. 
Lo último: ya no son sólo guiones, son incluso palabras. Oigo discutir a un trio de periodistas de primera magnitud acerca de las dictaduras. El tema a discutir lo ignoro. El tema sobre el que discuten es claro: “¿Qué dictaduras son mejores, las dictaduras militares de derechas o las comunistas?” Uno de los periodistas, un conocido periodista, afirma tajantemente que las dictaduras militares de derechas son mejores porque, dice el periodista conocido, si se toma la dictadura de Pinochet como ejemplo, duran menos (sólo trece años), mientras que la dictadura de Castro, dice, continúa viviendo en su agujero. Además, sentencia el conocido periodista, la dictadura de Pinochet únicamente generó tres mil víctimas y dejó el país listo para el desarrollo económico y social. Uno de los otros dos periodistas, un periodista ilustre, protesta y reivindica partir de unos principios democráticos. El tercero en discordia, un periodista famoso, interrumpe e insta al periodista ilustre a no dar clases de democracia. El periodista ilustre pierde los papeles y no sabe qué decir, sus balbuceos son balbuceos que se pierden en el viento. El periodista conocido le escribe rápidamente el guión, probablemente lo traía ya preparado, y se lo mete en la boca del periodista ilustre. “Si no estás a favor de una dictadura militar es que estás a favor de una dictadura comunista”, explica. “Estás a favor de una dictadura comunista”, sentencia sin esperar ni aceptar réplica.
El periodista ilustre, que alguna vez afirmó haber leído a Churchill y que seguramente es ilustrado incluso en sus pecados, amén de liberal de pro, escucha atónito, asombrado, perplejo, la sentencia que acaba de escuchar de boca del periodista conocido.

Crear guiones para otro, se crean hoy en día incluso por teléfono. Cuando escuchen a un individuo hablar con el móvil con otro, no piensen ni por un segundo que las respuestas o las reacciones de aquél a quien observan se corresponden con las preguntas o actitudes del que está al otro lado de la línea. Puede ser que el otro esté tan asombrado como lo estaba el periodista ilustre porque lo que él dice no tiene nada que ver con lo que el otro responde. A lo mejor ese al que usted está observando está actuando para que los oyentes de alrededor deduzcan de sus contestaciones las preguntas y las actitudes del aquél a quien ustedes ni ven ni escuchan. Pero los oyentes deducen y como se trata de su propia deducción, no la consideran hipótesis a contrastar, sino a hecho cierto. El otro ha dicho esto, esto y esto.

La confusión crece. Nadie puede estar seguro de quién es el bueno y quién el malo. “Ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos”, suele decirse. Con ello derivamos en el principio de igualdad. Al final todos somos iguales. ¿Qué es lo que nos hace diferentes? El número de aliados. El hombre que no es ni bueno ni malo, pero tiene aliados vale socialmente más que el hombre que no es ni bueno ni malo, pero está solo. ¿Cuáles son los mejores aliados? Primero los del grupo familiar; le siguen los vecinos y conocidos; los amigos se agradecen. Ello exige estar a bien con todos; ello configura, también, las jerarquías. “Que los buenos no sean tan buenos, ni los malos tan malos”, no significa ni mucho menos que todos valgan lo mismo ni tengan la misma posición en la jerarquía. La lucha por el poder es inmensa: las viejas generaciones por mantener lo que ellos consideran suyo, los jóvenes por conquistar lo que reclaman para sí.

En el caso de las figuras públicas, generalmente más desvinculados de los lazos familiares, existen tres importantes aliados: los medios de comunicación, que son los encargados de crear opinión; los foros colectivos, que son los encargados de asentar esa opinión y en última instancia, y siempre que resulte necesario, los abogados. Hay ocasiones en los que los medios de comunicación crean opinión y los foros colectivos se encargan de expandirla. Sin embargo, los resultados son otros. Algo parecido sucedió, por ejemplo, con Trump y con el Brexit. Ganaron pese a las encuestas; vencieron pese a las previsiones.

 ¿Cómo es posible esto? Bien. Esta aparente contradicción se debe a dos motivos.
El primero, que los medios de comunicación difunden las opiniones de los foros que más coinciden con la que ellos se han encargado de crear, a fin de generar el efecto contagio.
El segundo, que en muchos de esos foros participan personas que falsifican su propia opinión, bien por diversión, bien para crear confusión.

Sea como fuere una cosa es cierta: Desde el momento en que cada cual escribe su propio guión, desde el momento en que cada uno crea su propio mundo y ese “su propio mundo” incluye a sus parientes, familiares, amigos y conocidos, está fabricando también una matrix para el resto de los que le rodean. Es verdad: vivimos en una matrix: la matrix que el vecino se encarga de configurar para nosotros. La matrix que el familiar X o el familiar Y teje para nosotros. Si eso sucede a nivel individual, a nivel público mucho más. No esperen grandes diferencias entre arriba y abajo. El Kybalión, ¿recuerdan? Arriba como Abajo. Abajo como Arriba.

Arriba como Abajo. Abajo como Arriba. En tanto que los medios de comunicación crean opinión y en tanto que la opinión de cada individuo vale igual que la de cualquier otro, llega un momento en que la opinión de un particular equivale a la sentencia que dicta un juez. Más aún: ese particular, que ni tiene estudios de jurisprudencia, ni ha leído las actas, se cree revestido con la autoridad necesaria para exigirle al juez a que dicte la sentencia que él y sus foros ya han decidido. En este sentido, los juicios paralelos están tomando dimensiones no sé si inquisitoriales, pero desde luego sí rocambolescas: “El tribunal popular- foral sentencia a…” ¡Y pobre de aquél que se oponga a dicho tribunal popular-foral o a su sentencia!

Otro obstáculo que imposibilita cualquier tipo de reflexión es esa extraña moda de las “fake news” y de su consiguiente prohibición. Las “fake news” son sumamente útiles y necesarias. Ponerlas sobre la mesa junto con el resto de las otras noticias, facilita enormemente la “observación, hipótesis y contrastación”. Por otro, la afirmación de que las plataformas han de prohibir las noticias que propaguen el odio, no sirve de gran cosa. Prohibir el odio, que es un sentimiento, no significa acabar con él. Plataformas que se han mantenido impasibles ante el odio entre adolescentes, prohíben el odio político – por considerarlo más importante, y por más importante más digno de ser tenido en cuenta. Lo que esas plataformas seguramente ignoran es que el odio entre adolescentes se transforma con la edad, se desarrolla, se perfecciona y termina por convertirse en humor negro en el mejor de los casos. ¿Ha de prohibirse? No. Que lo prohíban aquellos que hasta hace poco predicaban trasparencia genera todavía más confusión y caos. La consigna debiera ser más bien: “A los trasparentes, la trasparencia; a los jueces, los demandados.”

¿Cómo puede guardarse la libertad si se decide quién puede actuar en la superficie y quién en la oscuridad? ¿En qué categoría puede clasificarse algo que siendo verdad está considerado desde una perspectiva completamente diferente? ¿Cómo clasificar lo que siendo verdad no es toda la verdad o incluso siendo verdad, está considerado desde una perspectiva equivocada? 
Verdad, mentira, media verdad, media mentira, realidad virtual, lo que yo creo, lo que tú crees, lo que yo creo que tú dices, lo que tú crees que yo digo, lo que yo sugiero que digas, lo que sugieres que diga yo, la manipulación del yo al tú, la interpretación equivocada de lo que dice el tú, el sentido erróneo que le ha dado el tú a lo que yo digo.
¿Es posible diferenciar algo así de una “fake new”? ¿Y qué hacemos con el tema de los extraterrestres? ¿Qué hacemos con la cuestión de los duendes, hadas y demás seres mágicos que cada día afirman muchos ver o haber visto? ¿Es que serán admitidos en dichas plataformas sólo porque estamos seguros de que son “fake” pero no son “news”? ¿El que las plataformas no acepten las “fake news” logrará reducir su número, conseguirá disminuir el número de guionistas que no sólo escriben papeles para otros sino que además determinan quiénes los van a representar?

No. La prohibición únicamente retira elementos que resultan de suma importancia al analista; al verdadero analista. Los otros seguirán pensando lo que quieran pensar por aquello de cada cual crea su mundo y desde luego, crea el mundo que él quiere crear, con independencia de que esté o no prohibido.

Resulta gracioso que más de uno de los que se declara a favor de prohibir las fake news esté a favor igualmente de legalizar la marihuana para acabar con los traficantes de marihuana. Si la prohibición y el control de drogas no ha acabado con el consumo, más bien todo lo contrario, ¿quién cree que la prohibición de “fake news” acabe con ellas? No sólo no acabará con ellas, las hará mucho más interesantes e incluso fomentará la formación de grupos más o menos secretos que se sentirán sumamente importantes por el mero hecho de ser secretos y saber lo que otros ni siquiera imaginan…

Es imposible reflexionar sobre el mundo.

En estos instantes el mundo distingue entre globalismo y globalización; entre nacionalismo y nacional; entre bueno y buenismo; entre verdad, mentira y posverdad. Distinciones que lejos de contribuir a la clarificación sumen aún más en la confusión y en la sospecha de que el mundo sufre en estos momentos un brote de esquizofrenia.

Y lo peor: el hombre (o mujer) de mérito es sospechoso de corrupción. El hombre (o mujer) que sobresale, es sospechoso de sobresalir por algún motivo oscuro y desconocido cuyo origen está siempre en la corrupción.  Mientras los verdaderamente corruptos siguen su camino bien protegidos y diestros en el manejo de las armas, los hombres de mérito han de refugiarse en el silencio, en el ostracismo, o han de ningunearse a sí mismo, relativizando sus conquistas, minimizando su valor, ocultando la alegría que sienten, el orgullo que les invade.

Ustedes querían una reflexión sobre el mundo. En estos momentos, depende del lugar en el que se esté. Lo que para unos significa que “una puerta se abre”, para otros indica que “una puerta se cierra”. 

Y ninguno de ellos miente.

No se trata únicamente de una cuestión de posición ni de perspectiva. Es que además cada vez se ofrecen menos datos. Los periódicos se han convertido en una crónica de sucesos y una enumeración de los amoríos y amantes de los personajes sociales.

¿Pero a quién pudiendo crear su propio mundo le preocupa el análisis?


No. No hay nada que decir.

Como dijo Erich María Remarque:

sólo "un alud de palabras"









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