El Mundo Intermedio.
El Mundo Intermedio, ese terrible mundo habitado por los que un día fueron,
que ya no son y que sin embargo aguardan, desean, anhelan, llegar al Reino de
la Luz y en esa espera se pierden y se consumen en medio de laberintos
tenebrosos y espejismos de fantasmas sin sombra. Mundo inerte que vende sus
favores a los mercantilistas sin preguntarse por qué esos comerciantes de las
tinieblas acuden a ellos en vez de dirigirse directamente al reino de la Luz.
No. No está bien vender rezos a los muertos a cambio de sus favores en el más
allá.
El vampiro es un patriota. Por eso desprecia a los Seres Intermedios: esos que,
confiando en la obtención de la Luz Perfecta desde la Luz Perfecta, sirven hoy al
mejor postor creyendo que en ese “servir” está su salvación, cuando en realidad
en ese “servir” no hay más que una relación contractual entre empleador y
empleado: tu trabajo a cambio de mis rezos al más allá. ¿Por qué los rezos de un “ser que todavía es”
van a ser antes escuchados y mejor atendidos que las súplicas sinceras del que
ansía en ver la Luz Perfecta? El vampiro lo ignora. En su opinión ningún “ser
que todavía es” resulta suficiente interesante para otra cosa que no sea
manipularlo y dominarlo. Por tanto, la confianza ciega y necia que los Seres
del Mundo Intermedio han puesto en esos entes débiles le resulta asombroso,
cuando no repugnante.
Es imposible que el Espíritu esté ahí. Hubo un tiempo en que acudió al Reino
de la Oscuridad, a pernoctar el sueño eterno de la muerte hecha vida, del
No-Ser. El Espíritu solitario se tendió exhausto sobre la fría losa del sepulcro,
convirtiéndose en rosa marchita. Seis meses según las leyendas griegas, tres
días según los relatos cristianos. Seis meses, tres días; mujer, hombre ¿qué
importa? El tiempo ¿quién lo mide? El sexo ¿qué más da? Afuera siempre una
madre. Afuera siempre un corazón derramando la sangre del dolor. Afuera siempre
un alma que espera sin más consuelo que su lucha, sin más alivio que sus
sollozos. Una victoria pírrica. Seis meses se permitirá a la diosa griega
recuperar a su hija; a la madre Virgen se le devolverá para poco después volvérselo
a llevar al Reino de la Oscuridad.
El Espíritu solitario duerme el sueño de
la muerte, pero atiende a la llamada de la Luz, de la Energía Errante, de la
estrella de la bruja. El Reino de la Oscuridad ama al Espíritu. El vampiro ama
al Espíritu que silencioso deambula entre los caminos del anochecer, sin tan
siquiera rozar las hojas muertas que bajo su pie se despliegan como una bella
alfombra de un dorado grisáceo. Los seres del Reino del No Ser aman al Espíritu
cuya palidez se convierte en argéntea bajo los rayos tristes de una luna espectral.
Pero el Espíritu despierta o es despertado por la luz brillante de la
estrella y se eleva hacia las alturas del Ser, traspasa el Mundo Intermedio y
llega al Reino de la Luz, proporcionando vida, calor, actividad a todo lo que
con el Ser tiene relación, El Reino del No Ser incluido, a pesar de las
protestas del No Ser.
Ahora el Espíritu no está en la oscuridad; no está en la luz. Debe estar
pues, en las sombras; en el Mundo Intermedio.. Pero ¿dónde?
El vampiro es un esteta. La violencia ha de poseer el sentido de la belleza
o no es más que vulgaridad psicopática. La muerte ha de llevar el sello de la
hermosura o no es más que grosera defunción, simple trámite burocrático.
El Espíritu ha de encontrarse por fuerza en ese necio, insoportable Mundo
Intermedio. ¿Se ha convertido el Espíritu en un tosco mendigo? ¿Esos que desde
que lo primero que aprenden cuando nacen es a abrir la palma de la mano para
pedir, a ver lo que les cae? ¿Se ha convertido el Espíritu en un patán, en un
vagabundo que viene y va sin prestar atención al paisaje que le rodea, sin ni
siquiera preocuparse por el nombre del lugar donde se encuentra? Espíritu que
vaga entre los laberintos de las tinieblas nunca apagadas, nunca iluminadas,
buscando la luz sin encontrarla; padeciendo la suerte del extraviado que enfebrecido
por la desorientación, toma un camino, toma otro, sin encontrar nunca el
sendero correcto.
El Espíritu permanece asustado en algún recoveco, pero ¿dónde?
Y hoy como ayer, ayer como mañana, la Oscuridad del No Ser del Vampiro
avanza mano a mano con el Ser de Elba con la Luz de la Estrella y abre las puertas de entrada del Mundo Intermedio a sus compañeros de viaje.
¿Cuál es el papel de la bruja? ¿Cuál el de la Energía Errante?
La bruja atraerá las energías negativas y mientras la bruja acepta su
función de antena canalizadora de energía negativa, la energía errante tomará
al Espíritu confuso entre sus brazos y ambos bailarán nuevamente la danza amorosa
del amor, que mueve el Universo Infinito y Eterno. El Amor, el amor de la luz,
de los herméticos, el amor del Mundo Intermedio que espera en la desesperación,
el amor del mundo del ser luchando entre el ideal y la lujuria, el amor del
Reino del No Ser esteta sin ética, pasión sin emoción y por eso ni siquiera lascivo.
El vampiro piensa en lo que ha leído en algún periódico del mundo de Elba:
que el amor romántico es peligroso, que el amor romántico es el primero en acabarse. El vampiro ha de contenerse para no lanzar gritos roncos de rabia. El
amor romántico es el que une al infierno con el cielo, al cielo con el infierno.
El amor romántico es el que hunde y el que eleva; el que corre glorioso a precipitarse en
los abismos infernales y el que asciende a la luz sin miedo a ser cegado por
ella; el que condena y el que salva. ¿Y aun se atreven a decir esos periodistas
sin alma que el amor romántico es el que primero se acaba? ¡Qué sabrán ellos! ¡Ellos
que nunca han amado! El amor romántico aguanta el hambre y el hastío de la
riqueza. Soporta la soledad de recién llegado y el aburrimiento del que está de
vuelta de todo.
Quién no soporta ni una leve brisa fría es el amor que sueña
fantasmagorías sin sentirlas, el amor que exige vivencias sin vivirlas; quién
no aguanta ni una mínima noche en la intemperie es el Mundo Intermedio que espera
en la desesperación.
¡Os atrevéis impíos a culpar al amor romántico de vuestra falta de
sentimientos, de vuestra carencia absoluta por el sentido de lo bello y lo
sublime, por la belleza, muerta o viva!
El grito del vampiro atrona con fuerza a través de la maraña de
estancias silenciando el bullicio confuso del Mundo Intermedio. Seres que no sienten
y pretenden determinar qué es el sentimiento, qué el amor. Seres taimados y
egoístas, que creen que esperar a la luz consiste en vender sus servicios a los
mercantilistas nigromantes.
Hoy como ayer, ayer como mañana, la Oscuridad del No Ser del Vampiro,
el Ser y la Luz recorren la esencia de la existencia como rivales eternos y
como eternos compañeros.
Pero antes de que eso ocurra, los tres competidores absolutos que son
también los tres amigos incondicionales, han de encontrar al Espíritu.
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