Conversaciones herméticas
-“Una cosa era salvarlo y otra muy distinta convertirlo en héroe”, protesta
la Bruja.
-“Nunca estáis contentos”, refunfuña el vampiro sin ocultar el cinismo que
embargan sus palabras.
-“¿Ahora que estamos todos juntos, no podríamos dejar de discutir y
concentrarnos en el tema que nos ocupa?, pregunta la Energía Errante.
-“Falta el
Espíritu”, suspira la Bruja. “Sin él,
estamos perdidos. Pero el Espíritu duerme.”
-“El Espíritu…”. Musita
Elba con una extraña voz, como si no le perteneciera. “¿Qué es el
Espíritu?”
-“Esta chica no se entera de nada”, gruñe impaciente el vampiro. El poder de su cólera refuerza la presencia de la Oscuridad produciendo un sonido duro y ronco, que se expande en la reducida estancia invadiendo cada rincón. Sólo la estrella resiste el embate. Los otros sienten sus almas sobrecogerse; estremecidas por el frio que súbitamente experimentan y no obstante turbadas por la alegría victoriosa que su contrincante desprende. El vampiro parece satisfecho de la experiencia; lamentablemente su poder no tarda en extinguirse.
-“El Espíritu concede a la Luz y a la Oscuridad su fuerza”.- contesta la
Energía Errante intentando recuperar la calma - “El Espíritu habita en el lugar en el que lo Apolíneo y lo Dionisiaco
coinciden. El Espíritu es la esencia del Héroe al que se refería Nietzsche y que es el único que sabe deslizarse a lo largo de la fina y delicada línea que separa el mundo dionisiaco del
Apolíneo, de modo que sin precipitarse en el abismo del Uno tampoco se deja encadenar por las cadenas de las
estructuras rígidas y hieráticas del Otro, y no obstante contempla y
participa de ambos. Bien y Mal no son conceptos ni reinos que el Espíritu
pueda distinguir. Lo que el Espíritu distingue es el impulso de la Energía. Que
esa Energía sea apolínea, dionisiaca, que proceda de lo que se conoce como Bien
o sea generada por lo que se da en llamar el Mal, poco importa. El Espíritu
canaliza las explosiones de la Energía, las configura, les modela un cuerpo por
así decirlo y las dirige hacia su objetivo. Da igual cuál sea el objetivo”.
- “Entonces por qué no os ponéis de acuerdo y arregláis el problema lo
antes posible?”, pregunta Elba un tanto sorprendida.
- “No es tan fácil” – contesta la Energía Errante con tristeza- “La Energía
difícilmente se deja atrapar, no digamos ya canalizar. La resistencia que la
Energía opone a ser dirigida es un factor tan complejo como ineludible. Sólo el
Espíritu puede sujetar, por así decirlo, a la Energía, pero para conseguirlo él
mismo precisa de un gran vigor. Hasta cierto punto podríamos considerarlo como
un baile romántico de dos amantes a la luz de la luna que pese a la incontenible atracción que sienten el uno por el otro, no
permanecen ajenos, sin embargo, al juego de poder. El Espíritu intenta llevar el
paso; la Energía, coqueta, se opone. Lo que empieza como un baile en una noche cálida
puede terminar en hecatombe, si la Energía libera una oposición excesiva, o como
un simple contorneo de cuerpos sin mayor trascendencia, si el Espíritu asfixia
a la Energía entre sus brazos obstruyéndole toda posibilidad de movimiento. En
este caso hablamos de “idealismo”, “platonismo”. Lo único que entonces existe
es Espíritu, pero la carencia de Energía impide que ese Espíritu pueda desplegarse
en la realidad porque el Espíritu carece de consistencia. Es la Enegía quien se la otorga.”
- “No sé si comprendo tantas palabras” – gime Elba, cuyo modo de comunicación suele ser más por las intuiciones y sentimientos que por las explicaciones racionales.
- “Si entenderlo resulta difícil, imagínate llevarlo a la práctica” – protesta
el Vampiro. _ “Más aún cuando la Energía padece cortocircuitos y el Espíritu
está dormido.”
- “¿Qué significa “padecer cortocircuitos”?”, pregunta Elba.
-“Los días atiborrados de preguntas agotan”, clama el vampiro furioso.
-“Padecer cortocircuitos” indica la incapacidad de la Energía para mantener
una actividad constante”, explica la Energía Errante. “Representa una
distorsión en el ritmo, en la cantidad de movimiento que se ejercita en cada
instante. Volviendo a la metáfora del baile romántico, es como si el Espíritu
estuviera tratando de llevar el paso a una pareja que no sabe bailar; peor aún:
que tan pronto baila divinamente como pierde el compás, como se detiene, como
salta… Todo ello exige que para que el Espíritu logre cautivar a la Energía,
éste haya de ser mucho más intenso y mucho más paciente de lo que una situación
normal, suficientemente complicada ya de por sí, requiere.”
- “Y por si no tuviéramos bastantes problemas con éste, que tan pronto adquiere una naturaleza femenina como
masculina, que padece cortocircuitos y unas veces aparece aquí y otras veces allá –
brama el vampiro – ahora el Espíritu ha decidido echarse una siestecita y entonar “los ronquidos del durmiente”.
Y el vampiro ruge con un aullido de dolor que hunde sus raíces en el rencor
y en la impotencia.
“Y mientras el uno duerme y la otra se desmelena”, gime furioso, “los Nigromantes,
esos perversos hipócritas sedientos de poder terreno, alardean de interceder
por los que ya no viven y vociferan su interés por aquéllos que un día fueron,
pero ya no son; esos corruptos hipócritas que incluso cuando duermen se llevan
por almohada al mercantilismo creyendo llevar un libro de oraciones; ésos… ésos
le están abriendo la puerta a la Nada más absoluta. Sin aquí y ahora; sin ayer
ni mañana; sin valores ni contravalores, sin Luz y
sin Sombra. Arriba como Abajo.”
-“¿Hay algo que
se pueda hacer?” – pregunta Elba aterrorizada por la posible reacción del
Vampiro.
- “En realidad tú deberías ser la que lo supieras” –
interviene la Bruja.
-“¿Yo?” –
pregunta Elba sorprendida. “¿Cómo podría yo saberlo?”
- “Tú eres una médium”
– sentencia el vampiro- “¿O no lo eres?”
Elba palidece. “No
sabéis de qué habláis. No lo sabéis. No sabéis los laberintos que se cruzan,
las dimensiones que se superponen, las fuerzas que se oponen y se contraponen…
Cientos de recovecos dónde acecha el peligro, cientos de lugares en los que
extraviarse.”
- “¿Qué no lo sabemos?" - pregunta con desdén el vampiro - "Nena. Justamente porque sabemos lo que allí se esconde es por lo que los vampiros escogemos la vida de la Oscuridad... Esos lugares no son "santo de nuestra devoción". Y ríe estridentemente con una risa ronca y cruel. “¿Ves vieja Bruja? !Los vampiros también tenemos sentido del humor!¿Creias que tú eras la única, eh?" Y vuelve a reir con cada vez más fuerza, como si la risa fuera expresión de su poder más que risa.
- “¿Qué no lo sabemos?" - pregunta con desdén el vampiro - "Nena. Justamente porque sabemos lo que allí se esconde es por lo que los vampiros escogemos la vida de la Oscuridad... Esos lugares no son "santo de nuestra devoción". Y ríe estridentemente con una risa ronca y cruel. “¿Ves vieja Bruja? !Los vampiros también tenemos sentido del humor!¿Creias que tú eras la única, eh?" Y vuelve a reir con cada vez más fuerza, como si la risa fuera expresión de su poder más que risa.
- “Debes
avisarles del peligro que corren” – afirma la Bruja, sin prestar atención al vampiro.
- “Sólo soy una médium”,
suspira Elba, “Son ellos los que se comunican conmigo”
- “No sólo eres
una médium”, interrumpe la Bruja impaciente, “eres una de las mejores transmisoras
y actúas en los dos sentidos. Lo sabes Elba. ¿Cómo si no podrías conocer los
peligros que les esperan a los que atraviesan determinados límites?
- “Dejadme
marchar, os lo suplico”, ruega Elba.
- “No es posible”
– responde la Bruja. – “Mientras tu intentas paralizar la acción de los
Nigromantes, nosotros intentaremos buscar el modo de serenar la Energía y de despertar
al Espíritu. Alguno tiene que haber”.
- “Existe uno” –
sentencia el vampiro.
- ¿Cuál?,
pregunta Elba sin ocultar una cierta esperanza
- “La guerra”, responde
contundente el vampiro.
“La guerra”, prosigue,
“a la que todos consideran fuente de destrucción, sirve sin embargo a la vida:
incentiva el valor, la generosidad, la lealtad, la superación… La guerra no
aniquila, salvaguarda.”
-¡Vampiro!, grita
la Bruja iracunda, ¡Deja de confundir a Elba! La guerra no es ninguna solución.
Si acaso para incentivar el poder de la Oscuridad.
- “¿Te parece poco?”,
sonríe el vampiro maliciosamente. - “¿Qué otra cosa crees que estás iniciando al pedirle a Elba que vaya al Reino Intermedio de las almas muertss, esas que no pertenecen ni a la Oscuridad ni a la luz? ¿Te has detenido a pensar cuántos nigromantes se dedican a pedirles favores a cambio de rezos? !Pero si algunos tienen incluso la indecencia de invocarnos a nosotros, cómo si tuviéramos la obligación de servirles! !Como si fuéramos simples esclavos!
- "Dialogar no es invocar. Advertir no es ordenar. Visitar no es invadir". Sentencia finalmente la Bruja.
El vampiro hace un mohín que no deja lugar a dudas a su desaprobación, pero calla.
La estrella de la Bruja deja escapar un suave pero intenso brillo.
La Energía Errante juega con las últimas nubes del verano.
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