El Retorno a la Naturaleza: El terrible círculo en el que se encuentra inmerso el hombre actual.


¿Qué significa exactamente “el retorno a la naturaleza”? ¿Se trata simplemente de un movimiento ideológico-religioso-político? ¿Es consecuencia del progreso y desarrollo del ser humano como tal o más bien representa un retorno a la barbarie?

El humanista francés Bouillé afirmaba a finales del s.XV,  que “el hombre puede escoger libremente entre pasar a través de todos aquellos grados por los que se alcanza con la inteligencia la plenitud del saber, o bien detenerse en uno de ellos. Si sucumbe al vicio de la inercia (...) se degrada hasta el punto de ser una mera existencia (...), o sea sin conciencia; en cambio, si se eleva hasta el grado más alto, lleva consigo el mismo mundo hasta su plenitud (De sap., 1-2). Solamente por este segundo camino el hombre se convierte en microcosmos, minor mundus, que conduce hasta su verdad y su valor auténtico al macrocosmos, maior mundus. De la decisión del hombre dependen al mismo tiempo la realización completa, final, del hombre mismo y del mundo. El hombre debe hacerse hombre mediante la virtud y el arte, y, haciéndose hombre realiza al mismo tiempo el mundo en su forma final, porque le otorga la perfección última: la inteligencia de sí mismo. “Esta, dice Bouillé (De sap., 24), es la realización completa (consumatio) del hombre, pues pasa de ser hombre substancial a ser hombre racional, de hombre natural a hombre adquirido, de hombre sencillo a hombre compuesto, perfecto y sabio.” La naturaleza humana se duplica en estos pasajes: de mónada, se convierte en díada, de homo se convierte en homohomo. El hombre verdadero es el que se ha duplicado en el sabio, o sea, en la conciencia que ha adquirido de sí mismo y del mundo. Mas la díada lleva consigo la tríada. Entre el hombre, como puro ser natural y el hombre que se forma a sí mismo con arte, tiene que haber un nexo y una concordancia que es paz, amor y vínculo de los dos términos. La mónada y la díada se unen y juntas forman la tríada: homohomohomo, que es la última perfección del hombre (De Sap. 22)

Pero como tal, el hombre ya no tiene nada en común con los demás seres de la naturaleza; se coloca en una esfera aparte, donde todo concluye por obra suya y que es el polo opuesto de aquel en que se encuentran las demás cosas de este mundo.”

(Cita tomada de la página 28, Filosofía Moderna, Renacimiento y Humanismo,  Vol. II. Nicolás Abbagnano. Ed. Hora, S.A. Barcelona 1994.)

Según esta visión humanista, si la elevación del individuo sobre sí mismo, si su mejoramiento significa una superación de su estado de naturaleza primario y por tanto un alejamiento del mismo ¿qué supone exactamente ese “retorno a la naturaleza” que hoy en día impregna a la sociedad en sus más variadas vertientes: comida ecológica, ropa confeccionada a partir de materiales no sintéticos, el hombre tomando conciencia de su pertenencia al mundo natural-animal....? ¿Expresa que el hombre, sin abandonar su centro de la creación, ha tomado finalmente conciencia de que ha de preocuparse y proteger a la naturaleza igual que un padre amoroso cuida de su hijo y por tanto ese “Retorno a la Naturaleza” representa el ascenso de un escalón más alto en el progreso y desarrollo del ser hombre, o por el contrario implica una caída en la barbarie, en el primitivismo, como advierten otros?

En definitiva: ¿Qué significa exactamente el “retorno a la naturaleza”?

Para poder contestar adecuadamente a esta pregunta hay que partir de la consideración de cómo se manifiesta exteriormente este “retorno a la Naturaleza”.

A grosso modo, podemos decir que existen dos formas posibles:

11.      El retorno a la Naturaleza manteniendo a la Naturaleza en su concepción originaria.

Desde esta consideración el hombre puede adoptar dos posiciones básicas:

aa)      El hombre se integra en la Naturaleza.
El hombre retorna activamente,  se funde con la naturaleza; se introduce en ella, se hace parte de ella. El hombre vuelve a sus raíces naturales y toma su lado más originario, más auténtico, más sincero, más indómito, o sea, el menos “corrompido” por la educación, por las normas sociales y morales.
bb)      El hombre permanece fuera de la naturaleza.

Desde dicha consideración, el hombre permite que la naturaleza siga siendo ella misma pero él permanece afuera, como simple observador de la misma. En este sentido se trata de un “retorno pasivo”, en tanto que el hombre no pretende integrarse en la Naturaleza sino que simplemente permite y reconoce el derecho a que ésta pueda existir como Naturaleza original.  Este “retorno a la Naturaleza” no determina en absoluto que el hombre renuncie a su posición central y superior; lo que esta posición significa es que el hombre  re-torna su mirada a la Naturaleza para sellar un pacto con ella. Aquí, el “retorno a la Naturaleza” del hombre expresa una declaración de intenciones de éste, desde la posición privilegiada del poderoso: la Naturaleza y el Hombre ya no son enemigos y cada uno tiene su propio hábitat y puede (y debe) seguir su propio camino, porque el hombre así lo consiente.

22.      El hombre retorna a la Naturaleza para compartir con ella su progreso.

En este sentido, el hombre regresa a la Naturaleza para introducirla, para integrarla, en su mundo tecnológico y digital; por otra parte, la humaniza.

Por un lado la utiliza, como siempre la ha utilizado, en áreas médicas, como combustible, la modifica en su aspecto exterior, construye túneles, cambia el curso de los ríos, introduce transformaciones genéticas en plantas y animales...

Por otro lado, el hombre humaniza a la Naturaleza. Los animales adoptan accesorios restringidos hasta ese momento al hombre: camas, calefacción, abrigos de lana, platos, sillones a su medida... Se muestra y se demuestra científicamente que determinadas especies de animales no sólo poseen una inteligencia similar a la humana aunque desarrollada simplemente al nivel de un niño de unos pocos meses u años, sino que también experimentan sentimientos y emociones parecidas a las de los seres humanos. Pero no únicamente son humanizados los animales. También las plantas. Así se muestra y se demuestra que éstas reaccionan positivamente a la música clásica y a las voces humanas.

La consecuencia de todo ello es que en ese retorno a la naturaleza, el hombre no expresa una declaración de intenciones de respetar a la Naturaleza en su estado originario, sino que reconoce a la Naturaleza como su igual, la reconoce a su mismo nivel y por tanto trata a la Naturaleza como si fuera Hombre: la tecnifica, como siempre había hecho con el medio ambiente y además humaniza a todos los seres que la componen.

PROBLEMÁTICA

11.       El retorno a la Naturaleza manteniendo a la Naturaleza en su concepción originaria.

Un “retorno” a la naturaleza en el sentido de que el hombre regresa a ella fundiéndose con ella, no es verdaderamente posible en nuestros días, salvo en casos tan aislados como excepcionales.

El individuo que ha nacido y se ha desarrollado en una sociedad moderna difícilmente es capaz de renunciar a las comodidades que la tecnología le ofrece;  por otra parte, inmerso como está en el proceso hegeliano-industrial ni siquiera sabe cómo introducirse en la naturaleza. El individuo y la Naturaleza son dos extraños; dos desconocidos. El individuo moderno puede, a lo más, hacer “escapadas” que le envuelven en la idea de que ha retornado a la Naturaleza.

Ese tipo de “retorno a la Naturaleza”, considerada desde la perspectiva romántico-bucólica del ciudadano que “escapa” del estrés en el que transcurre su ajetreada vida diaria, es lo que muchos califican como “retorno a la inocencia”. Esa “inocencia” a la que aluden es sinónimo de “salvajismo”, porque en el fondo toda inocencia no es más que carencia de formación, de consciencia, de elevación. En la Naturaleza la “pureza” es siempre salvaje, eso es: no mediada por ninguna valoración moral sino dirigida por el instinto.  El primer instinto es el de la conservación.  El segundo, el de autoafirmación. Es aquí donde el hombre natural pasa de ser salvaje a ser bárbaro. El instinto de autoafirmación le obliga a introducir sencillas normas de comportamiento, determinados ritos, que de ninguna manera trascienden el estado material y de necesidad que la Naturaleza representa.

De ahí que dicha pretensión de fusión del hombre moderno con la Naturaleza no conlleva un regreso físico a la Naturaleza sino una intensificación de los instintos y las actividades más primarias.

Comer (bien, los mejores frutos, a fin de mantenerse fuerte y vigoroso)

Vivienda (hábitat confortable)

Deporte ( a fin de mantener el cuerpo en buena forma física)

Sexo (que ya no implica necesariamente el enamoramiento o la procreación sino la liberación de los instintos: da igual con quién, cómo y dónde, incluso en la calle)

Higiene y estética (como forma de autoafirmación y prevalecencia frente al grupo)

Todo ello implica que el retorno a la Naturaleza desde esta consideración es:

aa)       Un retorno al estado de barbarie; esto es, a una intensificación de la importancia de lo corporal, de lo material. El hombre no busca elevar su espíritu sino potenciar su fuerza y vigor físico, así como conservarlo. No se trata de cuidar y potenciar la mente sino el cuerpo.

En efecto, el concepto “cuerpo” prevalece por encima de todos los demás conceptos. El alma se hace cuerpo, el arte reivindica la materia porque en tanto que se hace protesta, que se convierte en happening o incluso en abstracto, no supera el momento ni la circunstancia y ni siquiera es capaz de extraer del color nada que no sea color mismo. El arte conceptual abstracto es pura y simple materia amorfa que cada cual puede interpretar a su modo y manera pero que no trasciende la materialidad. Es por esto por lo que cada vez más frecuentemente los propios artistas acompañan su obra de una explicación acerca del significado “espiritual”, “conceptual”, de la misma: para intentar a posteriori otorgarles un espíritu del que a priori carecen.

Incluso la virtud se rinde al servicio de lo corpóreo. “No se consume carne para no matar a carne”

En ese moderno “retorno a la Naturaleza”, el individuo permanece inserto en la la sociedad técnica y digital pero dedicado a la acentuación de su naturaleza, de sus instintos, de sus pasiones. Esto es: a la intensificación del aspecto salvaje-bárbaro de su constitución. Lo que busca es un regreso al “Estado de Naturaleza”, una recuperación de sus instintos básicos, primeros y primarios. Lejos de pretender una elevación sobre su propia naturaleza carnal busca retornar a su fuente primigenia; esto es: a su naturaleza animal; cuanto más salvaje, mejor. La elevación espiritual ni la busca ni la desea.

bb)      La otra variante a la que aludíamos antes es el retorno del hombre a la Naturaleza como tratado de paz entre ambos.

En este sentido, el hombre no retorna para aceptar las normas que rigen la Naturaleza sino para sellar un pacto de “no-agresión”.  El hombre retorna para declarar la paz, para establecer límites de separación entre “su mundo” y el “paraje natural”. Y lo establece como el vencedor que no cede sino que concede a la Naturaleza una posibilidad para la conservación y el desarrollo propio.

Sin embargo el hombre no tarda en notar que tal concesión otorgada a la Naturaleza es una limitación a su propia actividad y a su propio desarrollo. Los parajes naturales protegidos se convierten en obstáculos a la construcción de casas, a la incentivación del turismo, con la repercusión negativa que ello tiene en la creación de empleo, a la posibilidad de extender las tierras dedicadas al cultivo y a la ganadería. Los hombres que habitan en los límites de las denominadas “reservas naturales”, se niegan a respetar “el pacto de no agresión” y se desencadenan las luchas entre ellos y los grupos ecologistas, que simbolizan ese “retorno a la Naturaleza” y son quienes han presionado para que tales “tratados de paz“ se firmen.

El hombre en expansión comienza a luchar contra esos parajes. El retorno a la Naturaleza ha dejado de ser un retorno en son de paz para convertirse en un retorno a la lucha inicial del hombre contra la Naturaleza. Es un retorno a la lucha más antigua que el hombre ha mantenido como ser: la del enfrentamiento de él contra la Naturaleza. El retorno es un regreso a la confrontación, en la que no cabe más posibilidad que un sólo vencedor: o él o la Naturaleza. Los grupos ecologistas se convierten en los estandartes de los derechos de la Naturaleza a los que necesariamente hay que derrotar. Máxime cuando de repente se descubre que aquellos parajes protegidos albergan tesoros mineros, ya sean metales preciosos, tierras raras o yacimientos petrolíferos y determinadas empresas y consorcios presionan para conseguir los permisos necesarios con el fin de iniciar la explotación.

Este retorno a la Naturaleza, a pesar de que al contrario que la variante anterior, no es un retorno que busque la unión primera con la Naturaleza,  en tanto que establece una lucha “cuerpo a cuerpo” con la misma, el hombre tampoco trasciende el estado corporéo. El enfrentamiento que sostiene con la Naturaleza no tiene como finalidad alejarlo de lo material, elevarlo hacia niveles superiores del espíritu o de la contemplación, sino que es una lucha que se lleva a cabo en el campo de batalla de lo material; en el estado absolutamente material y corpóreo que es el estado de Naturaleza.

1.       2. El hombre retorna a la Naturaleza para compartir con ella su progreso.

En este caso, el individuo no trata a la Naturaleza ni como modelo a seguir ni como enemigo a derrotar. Ni pretende retomar sus instintos primitivos ni busca una victoria final, por considerarlo su enemigo originario, sobre el medio natural.

Al contrario. El hombre es consciente de su supremacía sobre la Naturaleza, pero ello lejos de invitarle a ocuparse de los asuntos del espíritu, le introduce en el interés por el conocimiento científico.

El hombre retorna a la Naturaleza desde su posición privilegiada para ocuparse y preocuparse de la Naturaleza.

Y al igual que en el caso anterior, es posible adoptar dos posiciones:

aa)      Cuidando a la Naturaleza.  O sea: defendiéndola de una explotación masiva y sin medida por parte del hombre. En este apartado estarían los grupos ecologistas.

bb)     Humanizándola. La Naturaleza deviene Humana y adquiere comportamientos y formas de existencia humanas. Las plantas ya no viven en su hábitat natural, que es el exterior, sino en invernaderos; los animales son presentados como seres que muestran características humanas.

Lo más determinante en este tipo de “retorno a la Naturaleza” es que el hombre no es el que se dirige al campo propio de la Naturaleza, que es lo que sucedía en el apartado anterior, sino que “re-coge” a la Naturaleza y la trae hacia donde él está. Según esta perspectiva el hombre puede ser considerado desde un padre amoroso que se inclina hacia el hijo para traerlo “de vuelta a casa” y educarlo para ser hombre hasta un investigador en su laboratorio pasando por la idea de un “Dios” que pretende convertir a la Naturaleza en algo  parecido a “su imagen y semejanza.”

En este estadio es cuando una pregunta golpea al filósofo.

¿Dónde ha quedado el hombre?

¿Dónde está el homohomohomo de Bouillé?

El homohomohomo, la tríada que expresaba la máxima elevación del hombre, ha devenido en técnica. Incluso el arte es hoy predominantemente expresión de las posibilidades de la tecnología digital y nace a partir de ella. Cómo muy bien supo ver el siempre agudo Nietzsche: „Der wissenschaftliche Mensch ist die Weiterentwicklung des künstlerischen.“ (Friedrich Nietzsche. Werke. Zweitausendeins. „Menschlich allzu menschliches“. Erster Band. Aus der Seele der Künstler und Schriftsteller. §222.)

El homohomohomo de Bouillé se ha convertido así  en un bio-transfomer, que constantemente intenta eliminar de sí mismo lo más humano para quedarse únicamente con lo más técnico, con lo más intrumental, por considerarlo lo más efectivo.

Lo más humano es el alma, el espíritu, y eso no le sirve de gran cosa.  Lo más humano es precisamente aquello que le induce a superar el estado de Naturaleza, a elevarse por encima de él; eso es lo más humano y justo eso es lo que le impediría el retorno a la Naturaleza que con tanto ímpetu y desde una perspectiva u otra tantos pretenden hoy en día. 

Pero la erradicación de lo más humano en el hombre, esto es: el espíritu, impide no sólo cualquier tipo de metafísica religiosa cristiana sino también cualquier tipo de panteísmo que integra al hombre dentro de la fuerza motora y suprema del Universo.

 Incluso en el caso de que el hombre se funda con la Naturaleza, se funde como animal en su más originaria animalidad. Esa fusión, esa integración, no tiene nada de espiritual. El hombre que pretenden fundirse con la Naturaleza la considera Una y Omnipotente. Y ciertamente quizás pueda considerársela desde una determinada perspectiva Fuerza Originaria pero desde luego nunca Espíritu originario. La Fuerza Originaria es así una Fuerza Ciega dirigida por las leyes de la mecánica cuando no por el azar, ningún principio teleológico la guia y por tanto nada hay contenido en ella de Espíritu.
El bio-transformer, por su parte, trasplanta órganos aquí y allá, realiza experimentos genéticos para crear semillas en el laboratorio, implanta chips en los animales y consiguientemente en el hombre. El bio-transformer se separa de su parte humana, esto es: se deshace de su parte espiritual, se desprende de ella, la elimina y únicamente queda el cuerpo, lo mecánico. El hombre y los seres se han asimilado: no hay espíritu, sólo hay cuerpos. El espíritu como tal no existe. Es simplemente el producto de una ficción que determinados impulsos eléctricos de nuestro cerebro generan.

Es así, de este modo, cómo el hombre biotransformer y el hombre salvaje terminan formando un círculo .

El punto en el que sus caminos confluyen es el de la barbarie.

No hay mucho que pueda hacerse para lograr romper este círculo.

El espíritu se ha convertido en espiritismo o en espiritualismo, pero en cualquier caso permanece dormido y es incapaz de mover al hombre a salir de sí, a elevarse por encima de sí mismo en busca de una libertad que va más allá de la libertad materialmente  política, económica, moral, religiosa.

El espíritu está dormido porque no busca un mejoramiento de sí mismo a través de la virtud, de la soledad, del recogimiento, del estudio por el estudio mismo, por el ansia del conocimiento.

Entendámonos: dicha actitud nunca fue la mayoritaria pero sí fue un ideal mayoritario a lograr, o por lo menos fue el ideal de los filósofos, de los eruditos, de los humanistas, de los sabios, de los científicos. Ello no significa que permanecieran ajenos a las pasiones y a los instintos. Pero se trataba justamente de un “ceder”, de un “caer”, de un “sucumbir”. El hombre se sabía espíritu y cuerpo y procuraba combinarlos, armonizarlos de la mejor manera posible; pero en tanto que se sabía parte del Universo e intuía una Fuerza Omnipotente, Omnipresente, tenía un sentido teleológico de su propia existencia y luchaba por permanecer unido y en conexión con dicha Fuerza.

No digo que hoy en día no existan individuos que reúnan estas aspiraciones pero andan desperdigados los unos de los otros y como hijos de su tiempo “contaminados” muchas veces por las tendencias del círculo.  Y aunque logren permanecer inmunes a su influencia no son en modo alguno las voces dominantes de la sociedad.

No sé francamente qué o quién puede romper el círculo.

Ni siquiera sé si hay alguien que realmente desee romperlo.

No lo sé.

Francamente no lo sé.

Bouillé afirmó que “De la decisión del hombre dependen al mismo tiempo la realización completa, final, del hombre mismo y del mundo. El hombre debe hacerse hombre mediante la virtud y el arte, y, haciéndose hombre realiza al mismo tiempo el mundo en su forma final, porque le otorga la perfección última: la inteligencia de sí mismo.”

¿En esto consiste nuestra virtud y nuestro arte? ¿En transformar tecnológicamente al individuo para hacerlo máquina sin espíritu, o lo que es lo mismo: puro instinto de conservación y autoafirmación; en cualquier caso puro estado de Naturaleza, pura barbarie, el físicamente débil perece, el espiritualmente elevado perece porque sus instintos de supervivencia y autoconservación están entumecidos por la Fuerza del Espíritu?

Malos tiempos para la lírica.

Malos tiempos para el Espíritu.

Los dioses lloran.

Los Dämons, probablemente, también.







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