Nubes de despedida

Los líderes del mundo se reúnen en Hamburg. La Energía Errante va de aquí para allá y finalmente decide ir a visitar a su amiga la Bruja Ciega. Tiene nuevas noticias que comentarle. Al llegar le saluda la costura que ya terminada descansa en una silla. "Es un bello vestido", piensa la Energía Errante. "El cuerpo confeccionado a base de estrellas azules que brillan y relucen en la noche, la falda etérea y ligera, descubren la magia de cada una de sus puntadas. Un vestido único, no cabe duda."

“Para la puesta de largo en altos tacones de Verónica”, sonríe divertida la Bruja Ciega al tiempo que da un par de vueltas con el cazo a la sopa que cuece lentamente en el fuego. “¿Has terminado de preparar tu equipaje?”, pregunta en tono casual.

“Todavía no”, es la respuesta de la Energía Errante. “Todavía no”. 

“Observo un halo de tristeza en tu voz”, le dice la Bruja Ciega sin dejar de remover el caldero. 

La Energía Errante gira sobre sí misma antes de ir a sentarse en lo alto de la polvorienta estantería de libros polvorientos que la Bruja Ciega conoce de memoria. “Uno nunca sabe qué encontrará al volver o cómo lo encontrará. Temo mis cortocircuitos pero todavía más temo el ser olvidada, el no ser reconocida a mi regreso...”

La Bruja Ciega suspira. “A mí me encontrarás más vieja”, musita con nostalgia.

“¡Las brujas no envejecen!”, rie la Energía Errante.

“Sí. Sí envejecemos. No a la manera de los otros mortales, es cierto, pero sí envejecemos. Poco a poco dejan de interesarnos los temas que tratan de lo humano, nada nos altera, nada nos aturde; el manto de la indiferencia va envolviéndonos lenta pero imparable sin que exista manera de evitarlo. Este es el motivo por el que la mayoría de nosotras acaba convertida en palos secos, en piedras grises, en árboles petrificados, en fósiles...”

“Te envidio. –asegura resoluta la Energía Errante- Alcanzar esa tranquilidad de alma es algo que yo siempre he deseado poseer. No puedes ni imaginar lo terrible que es soportar estos cambios de tensión de corriente... Sufrir cortocircuitos no es fácil. Mi vida sería perfecta si yo pudiera ser uno de esos estoicos...”

Y es entonces cuando la Bruja Ciega empieza a echar chispas que llegan a alcanzar a la Energía Errante. "¡Estoicismo!" grita iracunda,  "¡Esa terrible filosofía que congela los corazones y adormece a las almas! ¡Estoicismo! ¡Esa terrible hedonista y narcisista filosofía que únicamente se preocupa de negar las propias pasiones en vez de utilizarlas sensata e inteligentemente para construir el mundo! ¡Esa filosofía hipócrita y arrogante que se apropia la pureza y la virtud únicamente porque no siente ni quiere sentir nada! ¡No sabes lo que dices! ¡No has vivido suficientemente como para comprender lo nefasto, lo inhumano, lo absolutamente demoniaco del estoicismo! ¡El estoicismo es muerte!"

Y la Bruja Ciega ya no echa chispas, ahora arroja llamaradas de fuego que destrozan el mobiliario, la casa, el bosque; el mundo de repente se ha transformado en un infierno de fuego. El Universo entero arde. La Energía Errante busca refugio en un rincón. Está asustada. Nunca antes había visto a la Bruja Ciega en ese estado. En ese momento sus cortocircuitos le parecen pequeñeces en comparación con una fuerza capaz de destruir un universo completo en segundos.

"¡Estoicismo!" -repite furiosa una y otra vez la Bruja Ciega-  "Ese que no siente nada, que busca no sentir nada, ni sus propios sentimientos, ni sus propias heridas. ¡Estoicismo que se mira a sí mismo, que se adora a sí mismo, el círculo cerrado sobre sí mismo! ¡Pestilencia y no virtud! ¡eso es el estoicismo! ¡El mismo estoicismo que me está matando a mí!"

Y el Universo sigue abrasándose sin que ni siquiera la estrella consiga detener la ira incontenible de la Bruja Ciega...

“Pensé que estabas en contra del romanticismo” – se atreve a pronunciar la Energía Errante desde su escondite.

Y como si alguien hubiera pronunciado unas palabras mágicas, la Bruja Ciega recupera su normal apariencia y con un simple gesto de la mano vuelve a recomponer al Universo dejándolo en su original estado. No sólo el Universo, también el mundo, su cabaña, su aposento, recobran la antigua apariencia. “Claro que estoy en contra de las pasiones desatadas”, afirma severa, “por el mismo motivo por el que estoy en contra del estoicismo: porque confunden y deforman los conceptos que utilizan, porque no tienen nada que ver con el sentimiento y las emociones sino con el sentimentalismo y el emotivismo, porque no tienen nada que ver con la empatía, ni siquiera con la simpatía, sino con la recreación de la pasión consigo misma. Círculos y más círculos que romper. Un círculo nunca es la perfección: es lo cerrado, lo enclaustrado en sí mismo. Incluso Hegel tuvo que intentar el despliegue del círculo para dotarlo de movimiento. Como Nietzsche bien supo ver: el despliegue es un simple movimiento en el interior, no una salida. Y sin embargo, en ese despliegue existe al menos movimiento. Movimiento. Al menos eso. Y el movimiento romántico en proporciones adecuadas puede lograr que la razón no se atrofie, que no tenga tanto miedo a lo que se le antoja imposible, que se atreva a intentarlo, por lo menos eso... El romanticismo es un grave peligro pero el estoicismo lo es aún más. Suerte que resulta más difícil llegar a ser un estoico que un romántico; en otro caso no sé dónde habría ido a parar el mundo. El monstruo de la indiferencia es aún más terrible que el monstruo de las pasiones.”

“Pero el comedimiento, la serenidad, siempre son positivas” – señala tímidamente la Energía Errante.

“Entre la serenidad y la indiferencia estoica se alzan profundos abismos, igual que entre el sentimiento y el sentimentalismo romántico. La serenidad tiene que ver siempre con el otro; la serenidad reflexiona serenamente acerca de un problema, acerca del mundo, acerca de un obstáculo y se dirige a tomar una solución en la cual entran los factores racionales y también románticos, no lo niego, pero no solamente románticos o no solamente racionales; en cambio, lo que tú consideras serenidad estoica tiene que ver con el uno mismo. Es el empeño de ese "uno mismo" en no dejarse impresionar por lo exterior, donde ese “no dejarse impresionar” significa negarse a permitir que “algo deje una huella en el interior”. La única actividad que permite el estoicismo es justamente esa negación. El estoico se congela para que el fuego de las pasiones no lo alcance y lo único que consigue es que en él se enfrenten los dos infiernos más poderosos: el del hielo y el del fuego. Dos infiernos en una misma alma luchando sin piedad el uno contra el otro. Dime ¿qué posibilidad le queda al estoico de ocuparse en la construcción del mundo de los humanos al que él pertenece? El estoico termine como termine su lucha, acaba convertido en un Dämon. Ese es el peligro que también acecha a las Brujas cuando envejecen, querida Energía Errante. Detener el proceso resulta imposible, únicamente nuestros conocimientos impiden que en vez de convertirnos en Dämons podamos transformarnos en seres muertos de la Naturaleza. Por eso es tan importante el conocimiento para las Brujas. Por eso perdemos nuestros ojos en los libros: a mayor conocimiento, mayores posibilidades de retrasar el punto final. Las malvadas brujas son siempre aquellas que pensaron que su superioridad respecto a los demás mortales las haría inmunes y terminaron viéndose convertidas en terribles Dämons: poseidas por una contradicción en sí misma: frias pasiones, pasiones heladas.”

La tapa del caldero deja oir su acompasada melodía mientras la sopa esparce un fino y aromático olor por el aposento. 

La Energía Errante permanece en silencio. No sabe cómo se ha podido enterar la Bruja Ciega de su partida, cada vez más próxima. En realidad ella había venido a hablar de la G20...

Nubes de cambio se aproximan, piensa. Nubes de despedida.

La Energía Errante sonrie.

La Energía Errante ha comprendido finalmente lo que la Bruja Ciega quería decirle: "Nubes de despedida" que son siempre "Nubes de encuentro", cuando se tiene el alma abierta, el alma viva.

La Energía Errante.



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