Elba no ha llamado
Tengo que decirlo: después de lo divertida e interesante que resultó
Eurovisión 2016, la de este año ha resultado ser un auténtico bodrio. Las letras
de las canciones eran insustanciales y la música de una pésima calidad. Las
únicas que se libraban del desastre eran, en mi nada humilde opinión – (confieso
mi arrogancia, una arrogancia que viene
dada porque mi opinión se trata de una firme y convincente opinión y una cosa
asi nunca puede ser ni “humilde” ni “simple”- Italia, con su “occidentalis Karma”, Alemania
con su “perfect life” y Georgia “Keep the faith”. Ninguna de ellas venció,
claro. Ni tan siquiera se acercaron al triunfo. Italia fue la que logró
situarse dentro de las diez primeras y esto únicamente porque el cantante era
gracioso y la música divertida; no en consideración a la seriedad que encerraba
su mensaje. Lo mismo sucedía con las otras: “mantener la fe” no logró ni
clasificarse. “No tener miedo de cometer faltas”, que es lo que el texto alemán
afirmaba, la llevó al penúltimo puesto de la clasificación final y eso
únicamente gracias al famoso gallo del competidor español, porque en otro caso –no
me cabe la más mínima duda- hubiera quedado la última. Al parecer la chica tenía
que aprender que las equivocaciones se pagan y una de ellas consiste
precisamente en atreverse a decir que no se siente temor a perpetrarlas: “Ah, ¿qué no tienes miedo? Pues entonces
acepta las consecuencias de tu ingenuidad y conténtate con un penúltimo puesto.”
En cuanto a lo que la canción de Georgia postulaba: “Mantener la Fe” ni
siquiera llegó a pisar el escensario. La Fe, sea en lo que sea, debería haber
sido uno de los temas principales del
Festival, justo precisamente porque es lo único que hoy resulta imprescindible
para mantener la fuerza anímica en funcionamiento; pero puesto que esa fuerza
está hoy a bajo mínimo y no se sabe la fuente de su regeneración, es mejor
mantener el tema en silencio.
Verónica, la pragmática Verónica, asegura ofendida que eso no tiene nada
que ver; que la Energía Errante es todavía peor que las teorías de la
conspiración porque las teorías de la conspiración tienen su propia línea de
dirección y pensamiento, pero en cambio, la Energía Erante, le saca “punta” a
todo, en todo quiere ver “algo más” y es hora ya de aceptar, dice Verónica, que
a veces no hay nada más que lo que se ve. La música de “Keep the Faith” se
parecía, dice Verónica, a un tema de película de James Bond y no era apropiada
para un concurso y además –dice Verónica- Eurovisión es un festival de canciones,
no un escenario para la canción protesta ni el púlpito de una iglesia. Eso dice
Verónica. La Energía Errante no entiende cómo en ese caso pudo vencer Ucrania
con su canción el año anterior. Una canción que, no es ya que tratara el tema del paro, de la
crisis, la corrupción, el cambio climático o similares, es que hablaba de algo
tan político y tan controvertido como la ocupación de Ucrania por Rusia. Pero
hete aquí que esa canción fue justamente la que se alzó con el triunfo en un
certamen que como mi amiga Elba predijo se ocupaba de una Europa enferma, aunque
fuera involuntariamente. Por eso que
inconsciente traicionó al Viejo Continente es por lo que quizás este año la intrascendencia
ha tomado las riendas de la situación. El aburrimiento ha dejado paso a la
indiferencia y la indiferencia al sueño.
Ante tal estado de cosas, que haya ganado quien ha ganado no me impresiona
lo más mínimo. Era algo previsto incluso por las previsiones. Verónica
despreciaba la música de “Keep the Faith” por considerarla propia de una
película de James Bond. Curiosamente vence una canción que no nos introduce en
un film sino en un piano-bar en el que una triste melodía de jazz entona su
lamento amoroso. No gana el esplendor de una cinta de acción, de espías, de
lujo y riqueza sino que vence la soledad, el recogimiento.
No vence lo público sino lo privado,
es cierto; pero dentro de lo privado no vence la Fe, la Fe que es cosa privada
que se refleja hacia lo público, que es cosa individual que se manifiesta en la
acción, que justo por ser espíritu y energía no sólo es emoción sino también
razón porque una Fe que no piensa no es Fe sino superstición y superchería; no
no es la Fe lo que triunfa sino la soledad de las emociones, la soledad de las
emociones que es siempre solipsista, porque la emoción por mucho que sea
declarada no puede ser sentida por otro que no sea el mismo que la siente;
justamente las emociones son lo incomunicable. La filosofia postmoderna que
tanto énfasis pone en la imposibilidad de comunicar el Logos se equivoca. El
Logos es únicamente cuando lo que transmite son emociones. El Logo se hizo
ininteligible, incomunicable, asfixiante, cuando la Filosofía se convirtió en Filosofía
existencial. Cuando inhibida por los logros de las ciencias experimentales,
abandonó su pretensión de explicar el mundo y prefirió concentrarse en la
aclaración del mundo de las emociones y para encubrir que era del mundo de las
emociones al que pretendía dedicarse, ella que tanto lo había despreciado, lo
denominó “existencial”, donde este apellido: “existencial”, no hacía sino
referirse a las consideraciones sentimentales y emocionales de cada uno ante el
mundo en el que vivía. Por eso el mundo dejó de poder ser compartido: porque
cada uno lo sufría y lo gozaba de una determinada forma; y este sufrir y este
gozar eran al mismo tiempo que incomunicables perfectamente válidos porque cada
sufrir y cada gozar dependían de emociones tan individuales como
intransferibles. Todos sabemos qué es el dolor porque todos lo hemos conocido
alguna vez, pero ¿cómo comunicar el nivel y el estilo de dolor? Cada uno lo
experimenta en grado y manera distinta, incluso cuando no existen diferencias.
Y así, lo que a unos les resulta insufrible es llevadero para otros.
En Eurovisión 2017 ha vencido la Postmodernidad y la Ilustración ha sido la
gran derrotada. No el imperio de “Las luces” sino el de “la media luz” es el
que se ha alzado con el Poder. Ha triunfado la emoción individual mostrada
tímidamente en un pequeño local en el que se reúnen a hablar los viejos amigos
y conocidos, las mismas caras de siempre, nada pretencioso, a media luz; local
en el que no se piensa en la realización de grandes hazañas, o en el cumplimiento
de heroicos destinos, pero tampoco en individuales y humildes pensamientos al
modo de “se me ocurre que...”
No. Nada de eso.
La gran vencedora de la noche fue la emoción individual e intransferible y
el recogimiento, que es siempre un encerramiento en sí mismo y que siempre hay
que evaluar con dureza porque ese recogimiento a veces es meditación, a veces
elucubración, a veces maquinación y a veces, como en este caso, huida y
refugio. El triunfo de la canción ganadora se basa justo en la derrota del alma,
que huye a refugiarse en el útero de las emociones amorosas siempre envuelto en
penumbras, aunque afuera luzca el sol, a
fin de no tener que concentrarse en los problemas diurnos.
Mejor hubiera sido adoptar la crítica italiana “occidentalis Karma”, seguir
los consejos de la canción alemana “atrevernos a cometer errores” y apoyarnos
en el camino señalado por la representante de Georgia “Keep the faith”.
Eso obligaría a salir de los locales nocturnos y oscuros incluso en los
días más soleados, a abandonar la filosofía existencialista, y las sensiblerías
emocionales, instrumento siempre de dominación, pero al menos implicaría la
voluntad de trabajar en los problemas reales, con independencia de que se
llegue o no a su absoluta solución.
La Energía Errante.
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