La partida es siempre un inicio

Y cuando uno se encuentra dentro de una matrix; cuando tiene la sensación de que es imposible distinguir entre realidad virtual y teoría de la conspiración; cuando de repente aparecen decenas de páginas redirigidas por extrañas máquinas y aún más extraños remitentes; cuando todo alrededor se torna no sé si asfixiante pero en cualquier caso incomprensible; cuando uno busca refugios que de antemano sabe perentorios pero que le sirven de cobijo hasta que llega alguien como Henri Pirenne y viene a recordarle que su morada es el camino y no la gruta, aunque esa gruta sea la gruta de la fantasía..., entonces –digo- ha llegado el momento de emprender nuevamente la marcha. La marcha a ningún lugar porque cualquier lugar es digno para ser visitado; visitado, recorrido y abandonado. El destino que describió Joseph Roth es, de alguna manera, el destino de todos los hombres que leen, de todos los hombres que piensan, de todos los hombres que caminan. Uno nunca es donde está y por eso hay que seguir. Poco importa si hacia delante o hacia detrás. Únicamente en el círculo se encierra el peligro de la prisión. Quizás por eso los planetas, esos astros llamados equivocadamente errantes, han preferido moverse en movimiento elíptico: para soñarse libres, aunque simplemente se trate de eso: de un sueño.

Ustedes no entienden por qué tantos blogs para 365 artículos. Pero cada blog es una etapa. La primera fue desde el asombro de los acontecimientos, asombro que se transformó en idas y venidas porque el asombro nunca se olvida y uno siempre regresa a comprobar si aquello que le sorprendió en un momento sigue causándole la misma impresión. Esa, tal vez, es una de las razones por la que los adultos gustan de volver al lugar de su infancia: para poder experimentar nuevamente el mundo -el mundo que ya cansa- cuando el mundo era todavía un desconocido para el alma; cuando uno todavía no había descubierto que el agua puede quemar cuando está helada.

La segunda etapa fue la de la estrella de la bruja ciega. Mis conversaciones con el vampiro. El tiempo dormido de mi amiga Carlota. El sufrimiento de todos sus amigos por ese ser que más que un ser es puro espíritu y por eso la palabra “Ser” no sólo resulta insuficiente sino inexacta. El espíritu dormía y a pesar de que ha despertado mentiría –me mentiría a mí misma- si dijera que ha despertado total y absolutamente. El espíritu dormía y ahora está en esa zona gris entre la vigilia y la ensoñación, entre el día y la noche, entre la luz y las tinieblas. Pero no, no son ni Carlos, ni su marido ni sus hijos la que la mantienen con vida. Es la energía –aunque la energía tenga cortocircuitos- la que la mantiene con vida y la que la libra de las garras del vampiro.

Pero también esa etapa ha llegado a su fin. El espíritu descansa adormecido y la energía ha de trabajar y esforzarse aún más. La bruja ciega permanece en la matrix pero la energía sale de la cueva y echa a andar, porque andar –justamente andar- es la misión de la energía.

El Espíritu puede dormir e incluso permanecer adormecido.

La Energía, en cambio, está condenada a caminar.

Esta ha sido la sentencia, la última sentencia de la estrella de la Bruja ciega.

Después la Bruja Ciega ha vuelto a penetrar con ella en su morada y me ha cerrado la puerta amorosamente.

Desde la ventana me ha despedido con una sonrisa al tiempo que movia suavemente su mano de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.

¿A dónde iré? ¿A dónde me dirigiré?

No soy ni peregrino, ni vagabundo; no soy ni estrella ni planeta; no soy ni fugitivo ni sabio; ni soy guerrero ni soy espíritu. Cada uno de ellos conoce adónde ha de dirigirse: al camino santo, al fuego caliente, a la luz, a la línea, al abrigo de los carceleros, al hogar de las universidades, al clamor de la batalla, a la intuición mística y constitutiva de mundos eternos...

Sólo soy energía errante.

Energía errante cumpliendo la sentencia que la estrella sagrada pronunció:

Caminar.

Así pues, cumpliré el dictamen que me ha sido dado.

Caminaré.

La energía errante.





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