Bailando un vals con la eternidad
Ustedes ya conocen la lentitud que me caracteriza para comprender aquellos
temas que a otros, para ser sinceros a la mayoría, les resultan tan obvios. Sin
ir más lejos hoy, por ejemplo, he contabilizado tres. Tres asuntos que a mí no
me dejan dormir mientras que al resto de la humanidad les parecen totalmente
comprensibles y nítidos.
El primero descansa en la pregunta de cómo es posible que la socialdemocracia europea se encuentre en estos momentos tan
maltrecha que no logre la victoria ni siquiera en aquellas zonas tradicionalmente
consideradas de izquierdas. Para ser más precisos: cómo es posible que Schulz
pierda en Saarland, tierra nada más y nada menos que del linke Lafontaine, ante
el CDU con la diferencia con la que ha hecho; o cómo es posible que al PSOE una
vez fracasada su mayoría en el Parlamento no se le ocurra otra cosa mejor que
abstenerse para posibilitar que el partido conservador pueda ser finalmente
investido. “Por el bien de España”, dicen los socialistas, y al decirlo están
dando a entender que el gobierno conservador es de todos los gobiernos el mejor de los gobiernos
posibles porque en otro caso “por el bien de España” significaría que son sus
propuestas y no las de los conservadores las únicas que pueden sacarla del
escollo en el que la nación está metida y no les importaría convocar tantas
elecciones como fueran necesarias para conseguir que fueran sus planes y objetivos, imprescindibles y esenciales planes para sacar al país del estado de miseria en que se encuentra, los que finalmente se impusieran.
Curiosamente los que repiten cual letanía interminable “por el bien de España” son los mismos que en estos momentos están luchando a capa y espada, echando mano de todos los medios jurídicos y mediáticos a su alcance, para mantener el poder dentro de su propio partido. A ninguno de ellos se les ocurre abstenerse en sus pretensiones de lograr el mando “por el bien del partido”... Se trata de salvar al PSOE y a los principios que sustentan al PSOE, dicen ahora los que en otros lares reiteran incansables“por el bien de España.”
Mi problema: si en este caso dicen la verdad y no mintieron al explicar “por el bien de España” cuando se abstuvieron, sólo cabe pensar que luchan por unos principios que únicamente abstenidos pueden salvar al país. No deja de ser una contradicción en sus términos ¿no creen?
Curiosamente los que repiten cual letanía interminable “por el bien de España” son los mismos que en estos momentos están luchando a capa y espada, echando mano de todos los medios jurídicos y mediáticos a su alcance, para mantener el poder dentro de su propio partido. A ninguno de ellos se les ocurre abstenerse en sus pretensiones de lograr el mando “por el bien del partido”... Se trata de salvar al PSOE y a los principios que sustentan al PSOE, dicen ahora los que en otros lares reiteran incansables“por el bien de España.”
Mi problema: si en este caso dicen la verdad y no mintieron al explicar “por el bien de España” cuando se abstuvieron, sólo cabe pensar que luchan por unos principios que únicamente abstenidos pueden salvar al país. No deja de ser una contradicción en sus términos ¿no creen?
Pero no me hagan caso: seguramente se trata de un malentendido (el mío).
Todos esos sesudos hombres y mujeres trabajan codo a codo y día a día por el
bien común. Yo sólo soy energía errante. Y se nota, claro.
En cualquier caso: ¿cómo es posible, (la confusión no me abandona), que en Europa la
socialdemocracia agonice mientras en Estados Unidos sea justamente la
socialdemocracia la que en estos precisos momentos encontramos manifestándose en las calles y rebelándose en los
edificios? ¿Cómo es posible que la social democracia en Europa esté muriendo al
tiempo que en los Estados Unidos danza con el cuerpo, la mente, el corazón y en definitiva: con la fuerza, de
un joven de veinte años?
Nuevamente: yo soy únicamente energía errante.
La mayoría de los hombres sensatos del planeta vive obsesionada por derribar a Trump y lograr detener a los populismos de extrema derecha. En este momento a esa mayoría de hombres sensatos las paradojas a las que la socialdemocracia se enfrenta actualmente no parecen importarle demasiado. Deberían. Porque si la crisis de los partidos conservadores implica en su corriente derecha un aumento de la influencia de los partidos populistas de extrema derecha, la crisis del partido social demócrata lleva aparejada en la corriente de la izquierda un aumento de la fuerza de los populismos de extrema izquierda.
La mayoría de los hombres sensatos del planeta vive obsesionada por derribar a Trump y lograr detener a los populismos de extrema derecha. En este momento a esa mayoría de hombres sensatos las paradojas a las que la socialdemocracia se enfrenta actualmente no parecen importarle demasiado. Deberían. Porque si la crisis de los partidos conservadores implica en su corriente derecha un aumento de la influencia de los partidos populistas de extrema derecha, la crisis del partido social demócrata lleva aparejada en la corriente de la izquierda un aumento de la fuerza de los populismos de extrema izquierda.
Pero repito: no me hagan caso. Únicamentes son consideraciones de energía errante.
Hay un segundo tema que también me preocupa: el de la pedagogía negra.
Ustedes ya lo saben: generaciones enteras han escuchado de bocas de sus progenitores y abuelos “quien bien te quiere te hará llorar” y otras insensateces de corte parecido. En la pedagogía negra los hijos –ya lo he explicado en artículos anteriores- son malos y por tanto no queda más remedio que el de echar mano de los métodos más duros para conseguir, o por lo menos intentar, “enderezarlos”. Cuando la pedagogía negra aparece respaldada por la autoridad de la religión –da igual qué religión- ya ni les cuento. El deber de “enderezar” al hijo se convierte entonces en una misión sagrada al servicio de ideales eternos.
Lo que sin embargo a mí hoy me desconcierta, me consterna, me llena de preocupación no es la pedagogía negra clásica, que esa ya la conocemos todos sino los extraños tintes, direcciones y modalidades que la “Neo-pedagogía negra” está tomando en los últimos tiempos.
En esa “neo-pedagogía negra” los hijos siguen siendo los malos de la película, pero no ya desde un punto de vista moral –mucho menos religioso- lo cual –permítanme decirlo aún tenía –dentro de lo malo, un “cierto” sentido educativo: el de no permitir que su hijo cayera en las garras del mal y sirviera a su familia, a la sociedad y a Dios como hombre virtuoso y fiel seguidor de los valores tradicionales... !Tradición!
No. Esta “neo-pedagogía negra”, basada ella misma en el hedonismo, en el narcisismo y en la sonrisa eterna adquirida al dentista de turno a golpe de talonario, basa sus principios en la idea de que los hijos son desde el momento mismo de su concepción una verdadera lata para los padres, especialmente para la madre: estrías, vómitos a primera hora del día, problemas de piel, retención de líquidos, pesadez, problemas para practicar el sexo... Y cuando al fin llegan al mundo no dejan dormir, provocan sobrepeso, hay que darles el pecho, los pechos se caen, exigen atención constante... En definitiva: los hijos son unos egoistas pesados desde el principio. ¿Y qué se hace en una situación así? Lo único sensato que se puede hacer: huir. Se contrata a una nanny, se llama a la abuela de turno a ver si ésta encuentra un hueco libre en su agenda repleta de actividades sociales, se pide ayuda a gritos.... Todo con tal de huir de ese monstruo que quiere, reclama y exige atención perpetua pero que ha olvidado que su misión consiste en la de ser paseado en su sillita sin moverse, sonriendo feliz, como si de un anuncio de colonia se tratara. Ese monstruo ha olvidado que se le alimenta y se le viste y a cambio ha de dormir cuando los padres quieran que duerma, comer cuando y cómo los padres decidan, no ha de llorar de puro cansancio cuando se le lleva a un maratón de shopping, no ha de llorar ni ponerse enfermo cuando se le incluye, a falta de nanny y de abuela, en el viaje por medio mundo que los papás han contratado junto con hoteles que incluyen guardería de la primera infancia, a fin de que los papás puedan reponerse de sus largos días de trabajo.
Ustedes ya lo saben: generaciones enteras han escuchado de bocas de sus progenitores y abuelos “quien bien te quiere te hará llorar” y otras insensateces de corte parecido. En la pedagogía negra los hijos –ya lo he explicado en artículos anteriores- son malos y por tanto no queda más remedio que el de echar mano de los métodos más duros para conseguir, o por lo menos intentar, “enderezarlos”. Cuando la pedagogía negra aparece respaldada por la autoridad de la religión –da igual qué religión- ya ni les cuento. El deber de “enderezar” al hijo se convierte entonces en una misión sagrada al servicio de ideales eternos.
Lo que sin embargo a mí hoy me desconcierta, me consterna, me llena de preocupación no es la pedagogía negra clásica, que esa ya la conocemos todos sino los extraños tintes, direcciones y modalidades que la “Neo-pedagogía negra” está tomando en los últimos tiempos.
En esa “neo-pedagogía negra” los hijos siguen siendo los malos de la película, pero no ya desde un punto de vista moral –mucho menos religioso- lo cual –permítanme decirlo aún tenía –dentro de lo malo, un “cierto” sentido educativo: el de no permitir que su hijo cayera en las garras del mal y sirviera a su familia, a la sociedad y a Dios como hombre virtuoso y fiel seguidor de los valores tradicionales... !Tradición!
No. Esta “neo-pedagogía negra”, basada ella misma en el hedonismo, en el narcisismo y en la sonrisa eterna adquirida al dentista de turno a golpe de talonario, basa sus principios en la idea de que los hijos son desde el momento mismo de su concepción una verdadera lata para los padres, especialmente para la madre: estrías, vómitos a primera hora del día, problemas de piel, retención de líquidos, pesadez, problemas para practicar el sexo... Y cuando al fin llegan al mundo no dejan dormir, provocan sobrepeso, hay que darles el pecho, los pechos se caen, exigen atención constante... En definitiva: los hijos son unos egoistas pesados desde el principio. ¿Y qué se hace en una situación así? Lo único sensato que se puede hacer: huir. Se contrata a una nanny, se llama a la abuela de turno a ver si ésta encuentra un hueco libre en su agenda repleta de actividades sociales, se pide ayuda a gritos.... Todo con tal de huir de ese monstruo que quiere, reclama y exige atención perpetua pero que ha olvidado que su misión consiste en la de ser paseado en su sillita sin moverse, sonriendo feliz, como si de un anuncio de colonia se tratara. Ese monstruo ha olvidado que se le alimenta y se le viste y a cambio ha de dormir cuando los padres quieran que duerma, comer cuando y cómo los padres decidan, no ha de llorar de puro cansancio cuando se le lleva a un maratón de shopping, no ha de llorar ni ponerse enfermo cuando se le incluye, a falta de nanny y de abuela, en el viaje por medio mundo que los papás han contratado junto con hoteles que incluyen guardería de la primera infancia, a fin de que los papás puedan reponerse de sus largos días de trabajo.
Y lo curioso: a esta nueva forma de quejarse las mamás de los retoños se le
llama “sinceridad de la mamá moderna e independiente”. Lo que en los oidos de
la energía errante se traduce en: “desesperación de la mamá hedonista que
necesitaba un perro y no un hijo pero que ha tenido un hijo para no ser
distinta de sus amigas, que también tenían uno, y ahora no sabe cómo deshacer el
entuerto sin que haya de perder la sonrisa eterna que tan cara le cuesta mantener.”
No obstante la energía errante raramente tiene oidos y si los tiene son sui
generis, así que para qué prestar atención a lo que escuchan, máxime cuando se
trata de una traducción... No hagan pues caso de lo que dicen energías erráticas.
Hay un tercer tema que me inquieta; por romántica, supongo. Todas las
energías se mueven por atracción y repulsión. La atracción es siempre intensa,
profunda... tan intensa y profunda como la repulsión, a qué negarlo.
La energía errante vaga por aquí y por allá y de repente se posa sobre una
lista de casos de violencia de género. Controlar el móvil de la pareja constituye
violencia de género, incluso preguntarle insistentemetne dónde ha estado supone
ya violencia de género. Algunos lectores afirman que tales delitos son
cometidos casi diariamente por las mujeres; otros se muestran sumamente
indignados de que la violencia de género signifique en realidad “violencia del
hombre sobre la mujer” y que hay muchas mujeres que también son malas, malísimas.
Seguramente tienen razón. No lo pongo en duda. Pero es otro el aspecto que a mí me
preocupa sobremanera.
¿Qué es el amor? ¿Qué significa la expresión “media naranja”? ¿Qué
significa la unión de dos almas que dialogan antes de fundir sus cuerpos en
uno? ¿qué significa la comunicación de las neuronas que funcionan al mismo ritmo?
No entiendo nada. Realmente no entiendo nada.
Hace años una amiga mía – a la sazón soltera y sin compromiso- ya
elucubraba acerca de cómo sería su relación de pareja: cada uno su propia
cuenta corriente y una común para los gastos comunes y los hijos.
Mi perplejidad me impidió proferir palabra alguna y por eso callé; por eso,
también, mi amiga se sintió respaldada en sus ideas. Ya saben: “el que calla,
otorga”
Yo en absoluto otorgaba. No podía hablar porque las palabras se me
acumulaban en la garganta y no había forma de que salieran al exterior de forma
ordenada e inteligible. No. El silencio no otorga. Mi primer problema era ¿cómo podía estar
pensando en el dinero antes que en el amor, en la idea de amar y ser amado,
cuando no tenía un novio, ni tan siquiera un pretendiente? ¿cómo podía
organizar las bases económicas del matrimonio que todavía ni siquiera se había
celebrado sin antes soñar o, en su caso, decidir qué características tenía que
poseer el amado para que fuera digno de su amor? ¿Cómo se podía hablar de
matrimonio antes que de noviazgo? ¿Cómo se podía hablar de relación antes que
de atracción?
Lo reconozco: hasta el día de hoy no he entendido a la que entonces era mi amiga.
La segunda cuestión que se me planteó al unísono con la anterior fue la de
cómo podía estar ella tan segura de que sus medios económicos les permitieran
tener no una, no dos, sino nada menos que ¡tres cuentas corrientes! Ello daba
por sentado una capacidad de ahorro que yo raramente he visto realizada en
familias comunes, con independencia de que trabaje uno, dos o incluso tres
miembros. Más bien todo lo contrario: de lo que se trata es de llegar a fin de
mes. Conseguir ahorrar para las vacaciones y disponer – ya no digo de un
colchón sino de una colchoneta- es lo que a muchos les hace pensarse ricos. La
idea de “lo tuyo, lo mío y lo nuestro” sigue pareciéndome una gran utopía. He
conocido parejas con varias cuentas corrientes: la de los gastos y la del
ahorro. Y cuando esta última estaba muy abultada significaba además del
esfuerzo de lo que significa economizar para reunir, que estaba destinado a un gran gasto: la compra de un coche, de una
casa, ¡qué se yo! He conocido a hombres que trabajaban y depositaban una cantidad mensual en las
cuentas corrientes de sus mujeres, que no trabajaban, para
que éstas pudieran hacer frente a sus gastos y a los de sus hijos sin descontrolarse....
En fin, he conocido las más variadas combinaciones.
“Lo tuyo, lo mío, lo nuestro” – lo confieso- lo he conocido en raras
ocasiones: cuando cada uno de ellos se dedicaba a profesiones libres o a
negocios varios.
Desde la aparición de esa lista de casos de violencia se impone la cuestión de considerar si supone violencia de género que una de las partes de la pareja pregunte a la otra por el monto de su cuenta corriente.
Seguramente.
Así que díganme ¿en qué se ha convertido hoy el amor? Poco importa que el
amor de padres a hijos o de amante a amado. ¿en qué se ha convertido?
En estos tiempos de tanta tolerancia, tanta solidaridad, tanta comprensión ¿dónde
ha quedado el Amor, que no es ni tolerante ni solidario ni comprensivo porque
es energía que da todo y que quiere todo, espíritu que todo lo da y todo lo
quiere, eternidad eterna donde no existe ni el hoy ni el ahora ni el mañana, ni
el tú ni el yo sino simplemente el nosotros y ese nosotros no es un nosotros
sino un nuevo uno?
¿Dónde diantres ha quedado todo eso?
¿O es que nunca fue? ¿O es que nunca existió?
Una amiga mía solía decir que un novio era un amigo con derecho a roce.
Y a mí la perplejidad, nuevamente la perplejidad, me silenciaba a cal y
canto.
Y yo notaba que ella notaba mi perplejidad y que se sentía feliz de saberse
sabia en su sabiduría, por haberme dado un bofetón dialéctico.
Pero no. No era eso. Es que yo no podía hablar. Sencillamente las palabras se
agolpaban en mi garganta y no podían salir porque la energía errante se había
desatado y les impedía salir al tiempo que ella misma procuraba calmarse.
No- quería gritar yo mientras ella sonreia disciplente convencida de la veracidad de sus palabras- un novio no es un amigo con derecho a roce. No y mil veces No.
Un novio es el ser con el tu alma se convierte en plena, el ser con el que tu alma se reconcilia con el infinito y el universo y la eternidad. Un novio no es una función ni un estatus, un novio es el ser con el que tu alma se siente y se sabe alma. Y ese “derecho a roce” no es un “derecho a roce”, es la fusión de dos cuerpos en el Absoluto porque sus almas son Una y Eterna.
Un novio es el ser con el tu alma se convierte en plena, el ser con el que tu alma se reconcilia con el infinito y el universo y la eternidad. Un novio no es una función ni un estatus, un novio es el ser con el que tu alma se siente y se sabe alma. Y ese “derecho a roce” no es un “derecho a roce”, es la fusión de dos cuerpos en el Absoluto porque sus almas son Una y Eterna.
Y sí es cierto: sin amor, el novio es únicamente una función, un amigo con
derecho a roce y desde luego que en ese caso yo no le daría mi móbil para
que viera mis contactos, ni le daría el código para entrar en mi ordenador, ni
le haría partícipe del estado de mis cuentas bancarias... Por supuesto que no. Y la razón es que tampoco se los daría a un amigo.
Un amigo con derecho a roce es una persona con la que te encuentras para hablar un rato, presumir de compañia en sociedad - de ahí que sea esencial que goce de buena presencia y si esto no es posible al menos que disfrute de una acomodada posición social- y con el cual uno se da un “revolcón” sin importancia. Un novio es un amigo con derecho a roce mientras dure el amigo y el roce. Y esto, desde luego, no tiene nada que ver con la eternidad.
Un amigo con derecho a roce es una persona con la que te encuentras para hablar un rato, presumir de compañia en sociedad - de ahí que sea esencial que goce de buena presencia y si esto no es posible al menos que disfrute de una acomodada posición social- y con el cual uno se da un “revolcón” sin importancia. Un novio es un amigo con derecho a roce mientras dure el amigo y el roce. Y esto, desde luego, no tiene nada que ver con la eternidad.
Tampoco con el Amor.
Por mí: sigan engordando la lista con todos los posibles casos de violencia
de género. Cuando se trata de un amigo con derecho a roce todas las
precauciones me parecen pocas. Francamente.
La energía errante mientras tanto danza con la eternidad un vals.
La energía errante.
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